¿Un 30 por ciento?
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El auténtico escollo

En las últimas semanas ETA nos ha perpetrado tres comunicados, tres ya, en los que el contenido de interés, si existe, se encuentra en dosis homeopáticas, indetectables para el ser humano normal.
Nadie duda de que el fin del terrorismo está cerca y que traerá consecuencias. La mayoría serán muy positivas para el conjunto de la sociedad vasca pero sin duda también las habrá, y sin duda serán perturbadoras, en el seno de las distintas sensibilidades y opciones del nacionalismo. Esa tormenta política es lo que ETA va a intentar mediatizar y cada comunicado es una borrasca que busca producir movimientos en ese entorno.
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Mejor sin anuncios o «La momia de Tutankhamon»
En España tenemos una cierta tendencia a pensar que a partir de cierto tamaño las entidades se mantienen por sí mismas, que nada puede hacerlas desaparecer y que, por tanto, todo esfuerzo que se haga para su sostenimiento es una pérdida absurda de tiempo y de dinero, eso cuando no un engaño urdido por taimados individuos o grupos para “sangrarnos”. Algo de esto sabe la iglesia católica que lleva décadas comprobando, primero asombrada y más tarde resignada, la tacañería de los fieles de la catolicísima España.
No defraudar
Insurgencia molona

Este País Vasco nuestro se ve a menudo sacudido por polémicas asombrosas. Ahora resulta que unos grupos de jóvenes queman contenedores y camiones, como todos los veranos, y nos sumergimos en una polémica profunda sobre si esto es terrorismo organizado o simple gamberrismo propio de una sociedad opulenta como la nuestra (en los países pobres no hay contenedores de basura).
Lo que en su momento se bautizó como “kale borroka”, queriendo significar que era una de las formas de terrorismo practicado por ETA, siempre tuvo, en mi opinión, un gran componente de simple gamberrismo callejero.
Eso sí, un gamberrismo que contaba con la impagable complicidad y con el apoyo logístico de los círculos abertzales. Qué más quiere el gamberro que escuchar cómo alguien le da sentido a su vandalismo y que le transforma a él de bruto estúpido en luchador revolucionario. ¡Menudo Txollo!. En otros lugares los gamberros callejeros se tienen que conformar con la frágil excusa del fútbol para romper cosas. Aquí era muchísimo mejor, aquí podías quemar el autobús urbano de tu barrio y sentirte como el Che Guevara liberando Sudamérica de la opresión yanqui. Hay que recordar que en fiestas de Bilbao hasta venían jóvenes extranjeros a disfrutar del parque temático de la revolución vasca.
Pero lo mismo que algunos clubes de fútbol alimentaron en tiempos a sus propios hooligans y luego han tenido muchos problemas para desactivarlos, seguramente a la izquierda abertzale le va a costar tiempo y esfuerzo parar ahora a esas brigadillas de jóvenes “supermegarevolucionarios” que durante tantos años utilizó en su provecho político. Sin duda los estimuló y ayudó pero ni los controló entonces y los controla ahora.
Es justo que se exijan explicaciones a quienes actuaron como verdaderos aprendices de brujo impulsando y aprovechándose del gamberrismo (un fenómeno negativo pero que siempre ha existido entre los jóvenes) pero tampoco nos creamos los demás que estamos ante un ejército revolucionario. De eso nada. Se trata sobre todo de insurgencia molona y poco más.
La foto es de Jesús Uriarte, publicada en El País
Qué hacemos cuando no estamos en el escaño
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escaños para 75 parlamentarios, incluidos los cinco asientos de la mesa. Los Senadores y los miembros del Gobierno Vasco tienen su escaño asignado, que por supuesto los primeros no ocupan nunca salvo en actos de especial protocolo, y los segundos sólo cuando son interpelados o en plenos de especial importancia.¿Animales con derechos o libre elección humana?
En medio de toda la bronca montada tras la prohibición de las corridas de toros en Cataluña no es fácil escuchar reflexiones interesantes. Parece que todo se queda en una lucha simple y superficial entre la supuesta crueldad esgrimida por unos y el derecho que tendría una tradición milenaria por serlo con la que pretenden defenderse los otros. Las obvias y estúpidas connotaciones nacionales/nacionalistas no tienen valor alguno así que ni las tengo en cuenta aunque no por eso soy tan torpe como para no verlas.
Lo de la belleza de los toros no tiene explicación posible. Por tanto ni lo intentaré siquiera. Es un espectáculo sangriento, por supuesto. Y también perfectamente reglado. De hecho esa reglamentación creo que constituye, precisamente, una de sus fragilidades: En estos tiempos se hace muy difícil entender que un enfrentamiento a muerte pueda tener reglamentos, tradiciones y hasta una estética propia, como de hecho ocurre.
Confieso que a mí me gustan y confieso también que no sé muy bien por qué. Por eso me he sentido muy representado por Almudena Grandes que recordaba hoy uno de sus cuentos (Tabaco y negro) en el que hablando precisamente de los toros un abuelo le decía a su nieta: “cualquier día lo prohibirán y hasta será lógico, pero mientras no lo hagan, no hay nada que se parezca a esto”.
Así es. Siempre he visto la corrida como la representación cierta del enfrentamiento, a muerte claro está, entre el ser humano y las fuerzas de la naturaleza. Una representación de lo que ha sido nuestra existencia durante cientos de miles de años hasta que la tecnología nos cegó con su espejismo de divinidad.
En realidad ese enfrentamiento está decayendo hace unas décadas en la percepción de los occidentales que hemos cambiado el “henchid la tierra” bíblico por el miedo a seguir destruyéndola. Y, claro, en ese nuevo modelo las corridas empiezan a estar pasadas de moda. Puede que sea por eso por lo que me gustan a mí.
Pero lo que no se puede admitir es que el espejismo nos ciegue del todo y me temo que eso está pasando cuando se habla irreflexivamente de unos derechos de los animales. Los derechos corresponden al mundo humano, a ese que hemos creado usando nuestra capacidad simbólica para manejarnos en las complejas sociedades humanas. En la naturaleza hay equilibrios pero no derechos. Nuestros ancestros mismos nunca tuvieron ningún “derecho” frente a los depredadores que los acosaban y nosotros seguimos sin tenerlo ante un virus que nos ataque en pleno siglo XXI; podemos defendernos con más o menos éxito matándolo a él pero la naturaleza no reconoce “derechos” a nadie: Ni a nosotros, ni a los toros, ni a los pollos, ni a las anchoas, ni tampoco a las bacterias.
Los animales no pueden tener derechos porque tal cosa es un concepto que nos hemos inventado los hombres para organizarnos entre nosotros mismos, otra cosa es que los seres humanos –aquellos que nos lo podemos permitir- decidamos que nuestro comportamiento con otras especies va a moverse dentro de unos márgenes de respeto, que por cierto encajan tan bien con esa novísima percepción de nuestra relación con el conjunto del planeta. Podemos elegir el respeto y tal cosa no puede parecerme mal pero, por favor, dejemos los derechos para que nos sirvan de ayuda a los humanos, los animales no necesitan nuestras reglas, tienen las suyas desde hace millones de años y les han funcionado muy bien. Además, no somos dioses, tal vez sea ese el auténtico problema que tenemos.
la imagen es Escena de Tauromaquia 02, de Pablo Picasso
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Qué aburridos son estos socialistas!
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Desde que empezó su andadura el Gobierno del Lehendakari López se ha empeñado en que la política vasca perdiese esa tensión que la hacía tan especial. No ha pasado media legislatura y ya parecemos casi una sociedad normal. Ni vivimos la angustia de la opresión intolerable, ni nos abalanzamos hacia los medios para saber cuándo nos separaremos de España (con perdón) y pasa incluso que en la calle cada vez miramos menos a nuestro alrededor antes de emitir una opinión. En definitiva que estamos perdiendo la dosis de adrenalina política que antes nos mantenía en esa tensión a un tiempo estimulante y agotadora.
Ahora va a resultar que “El Konflikto” ya no sobrevuela omnipresente cada uno de nuestros pasos, que podemos suponer razonablemente lo que será de nuestras vidas la semana que viene ¡y aún más allá!.
La aburrida rutina de un país democrático ha sustituido en pocos meses a la intensidad de acostarnos cada día esperando el advenimiento de una nueva era para el País Vasco, Euskadi, Euskal Herria, las Vascongadas, Hegoalde (Táchese lo que no proceda).
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Segunda entrega: «Con divisa verde y oro»
Vuelvo a la carga con la copla como símbolo y como instrucción moral escalofriante del correcto comportamiento de las mujeres.
Es cierto que las protagonistas de la mayor parte de las coplas son mujeres humildes, víctimas fáciles de un modelo de comportamiento injusto y a veces brutal que estas canciones populares les reserva sin la menor compasión. Pero siendo esto cierto, no hay que olvidar que para el imaginario «coplero» es la condición de mujer lo que cuenta. Por eso traigo hoy un ejemplo en el que la protagonista es una mujer rica, de buena posición que, sin embargo, pese a ello es condenada también a la tristeza del desamor.
Ganadera salmantina víctima de la maledicencia de sus mayorales forzada finalmente a enterrar sus sentimientos porque «con su hacienda y su apellido ya le sobra en qué pensar».
Vino en un rayo de luna,
de luna del mes de enero,
era un chiquillo de Osuna,
que quería ser torero.
Ganadera salmantina,
yo la nombro por madrina,
que el dinero y el cartel,
si algún día lo consigo,
pongo al cielo por testigo,
que me caso con usted.
Un olé en la tienta,
por su valentía,
y un duende en mis venas,
que así me decía:
Ganadera con divisa verde y oro,
¡Ten cuidado!
que el amor no te sorprenda como un toro,
desmandado.
Por tu hacienda y tu apellido,
se te guarda devoción,
y un clavel en tu vestido,
llamaría la atención.
En tus ojos se adivina,
la locura de un ¡Te adoro!
y has de ser como una encina,
ganadera salmantina,
con divisa verde y oro.
Ya es un torero de fama,
dinero y categoría,
ya es su pasión una llama,
que me ronda noche y día.
Por tres veces me ha pedido,
que le tome por marido,
por tres veces dije no,
y la causa está en Osuna,
morenita de aceituna,
que por mí se le olvidó.
Y son en mis noches,
de penas mortales,
cuchillos las coplas,
de mis mayorales.
Ganadera con divisa verde y oro,
¡dueña mía!
cuanto diera por salvarte de ese toro,
de agonía.
Con tu hacienda y tu apellido,
ya te sobra en que pensar,
y hasta el luto del vestido,
te lo debes de quitar.
Porque así no se adivina
que enterraste un: ¡Te adoro!
bajo el tronco de una encina,
ganadera salmantina,
con divisa verde y oro.
Letra tomada de La poesía de la copla












