Auguro que vendrán los liberales, cual torna la cigüeña al campanario
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| Antonio Machado |
El ardiente deseo de discurrir con novedad
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| Antonio Machado |
El coronavirus nos ha obligado a hacer de la necesidad virtud y muchos hemos descubierto por fin lo que siempre sospechamos, que en la oficina no hacíamos cosas demasiado diferentes de las que hacemos estos días en casa: los documentos que hoy pasamos por correo al domicilio del compañero antes los pasábamos exactamente del mismo modo a su mesa, situada, eso sí, a menos de 2 metros de la nuestra. Las largas, innecesarias y a menudo inútiles reuniones presenciales de antaño las hemos sustituido ahora por largas, innecesarias y a menudo inútiles videollamadas, si acaso algo más largas incluso, aprovechando que todo el mundo está en casa sin excusa de tener que salir.
Peor aún; esa misma disponibilidad a la fuerza ha estimulado que el horario de tales telereuniones se relaje y puedan convocarse en cualquier momento casi sin previo aviso: “¿Qué otra cosa vas a hacer, si estás tan ricamente en casa?” parecen pensar algunos mientras que otros lo dicen claramente casi con esas mismas palabras.
El virus no nos ha cambiado tanto. Por encima de todo siguen sin estar los resultados, pero sí el presentismo, aunque sea a distancia, y por debajo se mantiene invencible la corriente de una sorda desconfianza en las personas que simplemente ahora se nota más.
Cuando todo esto acabe veremos si el teletrabajo se instala como una posibilidad real y se buscan herramientas para hacerlo más útil y productivo o si, por el contrario, esta experiencia sirve para que las empresas desconfiadas se enroquen en su posición y se refuercen en su prejuicio de que si se pierde el tiempo, piérdelo aquí, en tu mesa y en tu horario.
Después del asesinato de Fernando Buesa y de Jorge Díaz Elorza vinieron otros muchos, 53 en total, pero aquel atentado puso de manifiesto algo especialmente horrible: la división que entonces pareció irreparable de la sociedad vasca.
A los amigos de las grandes palabras, de manifestaciones de santa indignación por casi cualquier chorrada les convendría recordar que la exageración de la mística nacional lleva a caminos muy oscuros.
El Gobierno ha decidido hacerse con la dirección de los partidos que lo sustentan para que estos puedan cumplir el papel que les corresponde como claque bien entrenada.
El partido que se dijo heredero de aquel 15 M asambleario y lleno de círculos se asienta como un círculo único y perfecto con un centro inamovible que es el vicepresidente del Gobierno.
Sánchez también recolocará a algunos cargos. Como si se tratase de un Real Decreto Ley hacia el partido, tales cambios quedarán validados a toro pasado sin ninguna duda.
Lla democracia burguesa, individualista, participativa, enredadora y siempre polémica ha sido reemplazada por tres pilares simples y efectivos: la imagen personal de los líderes, una identidad feroz contra “el otro” y un relato corporativo elaborado por profesionales de la comunicación.
En esta ocasión lo que se trata de legislar es el exceso alcohólico y el desmadre, dos conceptos que de toda la vida han ido ligados al puro caos y al descontrol pero que en los últimos años han derivado en una asombrosa oferta turística más.
Si resulta extraño que alguien trate de acotar con leyes y reglamentos el caos, aún es más paradójico que éste se oferte de manera tan organizada.
Para preferir estamos los ciudadanos. Los políticos electos están para decidir, no para preferir. Así que tenemos un gobierno sostenido por la única coalición posible. Extraña, incómoda, seguramente inestable pero -señorías- la única que ustedes han querido que exista. Convendría no olvidar eso.
Se abre ahora una etapa nueva, con un Gobierno débil pero que puede hacerse fuerte a poco que no se cumplan las tremendas previsiones de los agoreros.
La inmensa bronca en torno a la abstención de los independentistas ha resultado tan cegadora que nos ha impedido ver que el verdadero y profundo problema que tienen los grandes partidos nacionales es su incapacidad para distinguir a sus adversarios de sus enemigos.
Tan humanos son los socialistas que se animan con la “frescura y novedad” de las propuestas podemitas como lo son los conservadores a los que enardece la pasión nacionalista de Vox. Tan humanos como errados ambos.
Por supuesto que estamos modificando las condiciones del planeta. Llevamos milenios haciéndolo, pero nunca imaginamos que el inabarcable y amenazador planeta un día se nos quedaría pequeño y tendríamos que esforzarnos en no romperlo más.
Por ahora lo que es seguro es que la instrucción bíblica de henchid la Tierra ya la hemos completado. Ahora toca pensar en qué hace la humanidad a partir de este punto y eso es mucho recado para despacharlo en unas cuantas conferencias internacionales.
No sé España, pero desde luego yo soy muy plurinacional y mucho plurinacional. No tengo que sentirme vasco; soy vasco. No necesito hacer, pensar o sentir nada concreto para serlo, del mismo modo que no tengo que esforzarme por ser español. Simplemente lo soy.
La absurda idea de que para ser una cosa hay que renunciar a ser otra es un delirio que me resulta ajeno,
Me gusta realmente ser ciudadano de esas tres patrias cívicas, España, Euskadi y Europa, pero no acepto que ninguna de ellas pretenda dictarme cuáles deben ser mis sentimientos.