La semana fantástica de la Iglesia

Xabier Novell

Con motivo de la visita del Papa a Madrid el obispo de Solsona, Xabier Novell, fue entrevistado largamente en la cadena SER y tuve ocasión de escucharle una oferta que tal vez haya pasado desapercibida para las pecadoras: Aclaró el prelado que el pecado de aborto es tan gravísimo que no puede ser perdonado en simple confesión ya que conlleva la automática excomunión de la pecadora a la que solo el obispo correspondiente, una vez convencido de que hay arrepentimiento sincero, puede levantar la exclusión de la comunidad católica para que, una vez reintegrada a ella, la mujer pueda ya ir a confesarse.

Sin embargo, con motivo de la JMJ que tiene lugar en Madrid con presencia del Papa, hay una oferta especial -el obispo Novell dixit- por la que (temporalmente por supuesto) el propio cura confesor está legitimado para limpiar el alma de la abortista sin los engorrosos trámites de la excomunión y posterior reingreso en la iglesia previos a la tranquilizadora confesión. Una oferta que el obispo explicó con detalle y que me recuerda mucho a las que ofrecen, también por temporadas, los grandes almacenes.

Pese a su indudable tirón una cosa mala que tienen las verdades reveladas y por eso mismo indiscutibles y “permanentes” es que aguantan mal los cambios, claro. Y cuando estos se producen o ya es demasiado tarde o suenan un pelín ridículo.

Mi compañera Merche me habló de una mujer de su familia que, superada por los cambios que había contemplado a lo largo de su vida, se lamentaba a menudo de “la cantidad de gente que hay en el infierno por cosas que ya no son pecado”. Nunca he oído una frase que defina mejor esa dificultad que se presenta cuando es preciso modificar lo que se decía eterno.

Víctimas de colores

Fernando Mugica Herzog

Como era de esperar, la izquierda abertzale tiene dificultades serias para conseguir que la sociedad vasca olvide de la noche a la mañana los centenares de asesinatos y las décadas de amenazas de ETA por no plegarse a la concepción delirante de la aldea vasca que, según ellos, debíamos ser.

El excelente resultado electoral se les ha convertido en una trampa, particularmente en Gipuzkoa (territorio que antes se llamaba también Guipúzcoa pero ya no). No sé si pensaron que se encontrarían tan de pronto al frente de las instituciones o más bien esperaban alcanzar una posición fuerte desde la que armar ruido y hacer difícil la vida a los demás pero sin los compromisos del poder, sin el vértigo de tener que firmar. Ahora que las decisiones las deben tomar ellos y no otros se les ve incómodos.

Incómodos, además, porque su éxito depende en mucho de no molestar -por ejemplo- a quienes han destrozado el monolito en memoria del socialista Fernando Múgica ya que sin duda los tarados que lo han hecho son auténticamente su gente. Así que Juan Karlos Izagirre, el alcalde de Donostia, (que sigue llamándose también San Sebastián) ha dicho que reparará el monolito «con absoluta normalidad y naturalidad» (sic) como si destrozar lo que recuerda a una persona asesinada fuese una actividad cotidiana y natural, tal como regar las calles, rastrillar la playa de La Concha o recaudar la OTA de aparcamiento: Costumbres urbanas cotidianas y normales en Donostia: (¿Cuánto le pongo de OTA al coche, 15 minutos o más? Es que no quiero que nos multen mientras destruimos el monumento…).

Con esa «absoluta normalidad y naturalidad» es como pretenden que la sociedad vasca se tome los asesinatos, las amenazas y las venganzas. Y para eso necesitan conseguir algo que nunca tendrán: que se considere tan víctima al asesino como al asesinado, que aceptemos que aquí ha habido una guerra entre partes iguales, cuando lo que ha habido es una victoria de la resistencia democrática y pacífica contra la tiranía del terrorismo nacionalista que ellos aplaudieron y de la que ahora quieren escapar como si nada hubiese pasado. Por eso trataron siempre de esconder la realidad detrás del tramposo konflikto y sueñan ahora con un acto en el que los familiares de los asesinados y amenazados por ETA “reconozcan” el sufrimiento de sus verdugos para que todo se olvide en una especie de colorida y animada verbena o kalejira de la paz. A eso se refiere el alcalde Juan Karlos Izagirre cuando dice que le gustaría un homenaje que honre a las víctimas «de todos los colores». Así en medio de la fiesta el asesino podría decirle a la madre del asesinado aquello de: “no fue nada personal, solo negocios” y quedarse tan ancho. Aunque para los que han destrozado el monumento a Fernando Múgica sí parece que se trate de algo personal.

Las Organizaciones No Gubernamentales reclaman algún Gobierno

Foto AFP

En Somalia están muriendo miles de personas de hambre en los últimos meses. La ONU ha hecho sonar las alarmas, declarando la hambruna “oficial” y ha iniciado un programa mundial de alimentos para paliarla. De momento se habla 400.000 refugiados, creciendo a razón de 1.500 diarios y de niños, ya irrecuperables, que mueren al llegar a los campos pese a las atenciones.

Una crisis que dura 20 años no es una crisis: Es un problema. Lo que hay en Somalia no es sequía (que la hay) sino una guerra que dura ya dos décadas y que ha destruido cualquier atisbo de Estado. De ahí que cundan las bandas, los señores de la guerra, las guerrillas islamistas, la corrupción, la piratería, etc. En fin, lo normal en una guerra sin Estado. Nuestros armadores y pescadores ya padecieron una parte de las consecuencias de ese conflicto.

Si no fuese porque la sequía ha arrojado de golpe a la muerte a miles y miles de personas que hasta ahora subsistían a duras penas en la miseria, seguiríamos sin tener información de una guerra tan larga y difícil de explicar. Ayer mismo un reportero de la televisión Vasca ETB (minuto 22) solo podía informar de la rabia con que una mujer somalí, refugiada en Kenia con sus hijos, le expulsaba a él y a otros reporteros internacionales, hastiada de que su hambre sirva de espectáculo en nuestros noticiarios.

Las ONGs garantizan que la ayuda llega a los lugares donde pueden trabajar, que son aquellos en que hay un Gobierno que les protege (como el de Kenia) pero denuncian que no pueden acceder a los lugares en guerra porque allí o bien la ayuda internacional se desvía a las necesidades de la guerra misma o bien sus cooperantes son asesinados o secuestrados para pedir dinero a cambio. Lo normal también en una guerra sin Estado.

Reclaman algún gobierno para lograr interlocución, seguridad, derechos, abastecimiento, paz, infraestructuras, comercio, economía… pero reclamar un gobierno es también reclamar autoridad, impuestos, gobernantes, política, orden, policía y ejercito que lo impongan, jueces, control…todo eso que las organizaciones no gubernamentales no pueden ofrecer y que nos rodea a cada instante a nosotros, tanto que ni lo percibimos. El Estado, del que tanto nos quejamos nosotros, es lo que no tienen en Somalia, es lo que sustituye a la barbarie y es lo que, de hecho, reclaman las ONGs.

Mientras no exista una autoridad reglada y controlada (que no otra cosa es un Gobierno) los esfuerzos servirán para salvar tantas vidas hoy como las que se pierdan mañana. Pero seguramente nosotros seguiremos perdiendo el tiempo culpándonos moralmente a nosotros mismos como “opulentos occidentales”. Una actitud de engañosa autocrítica en el fondo muy grata porque creernos los culpables personales incluso de lo que pasa en Somalia nos refuerza como centro del universo. Así de engreídos y autosatisfechos somos.

Meterse en un piso

Es esta una expresión “muy de aquí” que define bien el sentimiento de entrampamiento, de encierro que en España conlleva la adquisición de una vivienda.

La gente no es idiota y todos sabemos que la alegría cierta de disponer de casa propia queda nublada por el vértigo angustioso de saber que los plazos de su hipoteca nos acompañarán hasta el fin de nuestros días con una tenacidad y una garantía que para sí quisieran nuestras propias uniones conyugales, esas mismas que nos animaron a firmar el crédito y sus copias.

Puede que nos hubiese gustado que las cosas fueran de otra manera pero hasta el estallido de nuestra burbuja inmobiliaria la realidad era que quien no tenía piso despotricaba de los precios ya abusivos pero quien, entrampado de por vida, lo conseguía esperaba que los precios siguiesen subiendo indefinidamente… y a buen ritmo. Nos consolaba esa engañosa certeza de que vivir e invertir eran términos inseparables, casi sinónimos cuando se hablaba de vivienda. Tal y como lo proclamaban, por cierto, desde los mostradores de nuestros bancos y cajas, aunque luego haya resultado que no era tal y esos mismos bancos, antes tan alegres, promuevan ahora tristes desahucios.

Tan fortísima asociación psicológica vivienda-inversión retrajo el mercado del alquiler en España dejándolo en una posición muy marginal. Los arrendatarios pensaban que alquilar era tirar el dinero, renunciando a su capitalización, mientras los arrendadores pensaban que era dejar que tu piso se destrozase. En consecuencia el alquiler se concebía como una situación excepcional y como tal la se la trataba. Y como en la marginalidad funcionan muy mal los controles de un mercado normalizado el resultado era que ni los precios, ni las condiciones, ni la calidad, ni los derechos de las partes encontraban acomodo. Lo que marginaba aún más el alquiler. Incluso en los esfuerzos de las propias administraciones públicas.

Este Gobierno Vasco que los nacionalistas vascos espetan “sin ideas” y los nacionalistas españoles “muerto” ha empezado por tomarse en serio el derecho a la vivienda poniendo herramientas políticas para revertir la actual situación y promover oportunidades a quienes buscan vivienda para vivir.

Separar el derecho a la vivienda del “derecho a invertir” es una apuesta valiente del Consejero Arriola que le reportará no pocas críticas pero que es imprescindible si queremos no solo que en Euskadi haya menos injusticias en materia de vivienda sino también más movilidad laboral, más competitividad, más oportunidades y hasta diría que más natalidad, aunque sobre esto último… habría que estudiar también otras variables (hasta aquí puedo leer).

Favorecer que el alquiler salga de la marginalidad, que recupere la normalidad que tiene en otros países, que se respeten los derechos de las partes y hacerlo sin ignorar la realidad, con imaginación, con ideas y sin pretender imponer es una demostración de que este Gobierno está muy vivo, que tiene iniciativas, que es capaz de ponerlas en marcha y que nunca se olvida de los derechos de las personas a las que a partir de ahora se les reconocerá el derecho a la vivienda como un derecho subjetivo, que obligue, en consecuencia, a las administraciones públicas a satisfacerlo. Sin confundirlo, por supuesto, con el legítimo derecho a la propiedad privada.

En el gráfico que adjunto se adivina una correlación entre la confianza que el país ofrece a sus ciudadanos y la popularidad del alquiler. Seguramente se trata de eso: de generar confianza en el país.

En España no somos racistas


Leía ayer de un inquietante estudio del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia. Parece que un 40% de los españoles considera que un inmigrante que pierda su trabajo debe ser expulsado del país. Ojo que no dicen que deba ser expulsado antes, mientras trabaja, sino cuando su presencia deja de reportar beneficios inmediatos.

No sé cuántos derechos está dispuesto a reconocerle ese 40% de encuestados al inmigrante productivo (aunque me pongo en lo peor) pero lo que está claro es que en el momento en que queda desempleado pasan a no reconocerle ningún derecho. Tan ninguno que prefieren que sea expulsado del país.

A las personas racistas les molestan las de otras etnias porque sí, porque los consideran inferiores o peligrosos y, por lo tanto, no los quieren nunca en ninguna circunstancia a su lado. Pero esta encuesta demuestra que hay un número escalofriante de personas que no son racistas clásicos sino que piensan en las personas extranjeras como si fueran útiles pañuelos desechables.

Va a resultar cierto que -como se ha dicho tantas veces- en España no somos racistas, que lo que somos es unos hijos de puta a secas.

¿Materiales vivos en la alhóndiga?

Conocía los líquidos magnéticos, que adaptan su forma a los campos a los que se les somete. La primera vez que los vi me pareció una curiosidad científica, una forma asombrosa de la materia. Pero hoy he visto a esos ferrofluidos cobrar vida y convertirse en arte a través de la imaginación y la destreza de la artista japonesa Sachiko Kodama. Impresionante.

También conocía los “strandbeest”, esos monstruos amables, algo inquietantes y no menos asombrosos del holandés Theo Jansen, un estudioso del movimiento que también se supera en audacia e imaginación.


Visita muy recomendable a la muestra “Artfutura XXI, Repasando el futuro” en la Alhóndiga Bilbao que hace precisamente un repaso a los 21 años de este festival, en el que las nuevas tecnologías son la herramienta de la creatividad y del arte.

El último zulo

No sé si tendré mañana cuerpo para leerme enterito el comunicado que ha anunciado ETA y que presumo farragoso y aburrido, hinchado de todos los topicazos y conceptos tóxicos con los que llevan tanto tiempo atizándonos. Ya anuncian hoy, en un breve, los principales conceptos con los que han perpetrado el texto de mañana y, la verdad, leyéndolos se le quitan a uno las ganas de molestarse.

Atentado de ETA contra la casa cuartel de Vic. 29 de mayo de 1991. Foto EFE

Han descubierto, al parecer, que ha empezado un tiempo nuevo. Hasta ahí bien. Pero lo que no dicen es que es el tiempo de su derrota definitiva y muy probablemente el inicio del tiempo de la derrota de sus ideales totalitarios, porque sin la presión de las pistolas va a ser muy difícil que, incluso los que aún les justificaron hasta ayer, mantengan la tensión política a favor de una opción que a partir de ahora tendrá, además, que convertirse en algo más que una amenaza y un grito.

Muy al contrario de lo que dicen han perdido la batalla política para siempre aunque falten muchas cosas y algunos de los viejos tics sigan y seguirán presentes durante algún tiempo. Les queda camino por recorrer (profundizar dicen ellos) en la derrota: Les queda reconocer que la violencia que ejercieron nunca sirvió para nada salvo hacer crecer la injusticia. Les queda asumir que sus presos no son héroes y que muchos de ellos ya van abandonando más o menos discretamente la asamblea. A los que están en la calle les queda vivir cerca de las víctimas que levantaron la voz y de los muchos que no la levantaron por miedo.

Es verdad que pronto viviremos en un país en paz (y no en un “escenario” del que hablan, como si la sociedad estuviese sentada mirándoles) y va a ser así porque la democracia se ha impuesto a la tiranía con los propios métodos de la democracia, que son lentos y cautelosos pero invencibles. Armas como el respeto por la ley y por la voluntad general democráticamente expresada, la verdad, la justicia y también la memoria. Si, la memoria de nuestro holocausto local.

ETA está acabada. El único camino en el que le queda “profundizar”es en el que le ha colocado la policía. Aún puede disolverse por voluntad propia, declarando expresamente su final, o esperar a que sea detenido y encarcelado el último de sus miembros y descubierto el último zulo. Lo que pudo parecer imposible ahora parece inminente. No creo que tengan mucho tiempo para decidirse.

¡Qué escándalo!

Los viejos aficionados al cine recordarán aquella escena de Casablanca en la que el prefecto de policía, capitán Renault, viéndose sobrepasado por la situación ante los ojos del exigente comandante de las SS, ordena cerrar el café de Rick al grito de: ¡qué escándalo, he descubierto que en este local se juega!, la escena continúa con el croupier entregándole sus ganancias al falsamente indignado oficial, que las recoge agradecido.


Escuchando al candidato del PNV a Diputado General de Araba/Álava me ha venido a la mente aquella escena. Escandalizarse a toro pasado es una forma impostada de dignidad, que hace pensar que, de no haber fracasado en su negociación con Ezker Batua, Aguirre hubiese cumplido calladamente aquellas peticiones que ahora denuncia airado.

Quien está acostumbrado a obtener ganancias privadas en ese tipo de negociaciones no debería hacer tanto aspaviento. Habría que recordarle al candidato del PNV que su partido se ha vanagloriado de conseguir muchas cosas en sus negociaciones para la aprobación de los Presupuestos del Estado bien ajenas a la alta política, entre otras el cambio a su gusto de los nombres de las provincias vascas, subvenciones para telefónicas presididas por sus militantes, e incluso la colocación de algunos de sus ex altos cargos en puestos remunerados de importantes agencias nacionales.

Todo esto es muy lamentable y resulta en efecto escandaloso pero no son los responsables del PNV quiénes para denunciar a nadie por mezclar en una negociación política cosas privadas. Pueden hacerlo pero no podrán evitar que algunos nos acordemos del personaje que Claude Rains encarnó tan brillantemente .

Perlas de ministro

Foto Europa Press

En contra de muchas percepciones, espontáneas o inducidas, sigo creyendo que en la política hay gente de valía extraordinaria.

Hoy el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, ha estado en una charla en Bilbao y he tomado nota de algunas perlas realmente valiosas. Las transcribo según mis propias notas.

  • A los poderes egoístas no se les vence debilitando las instituciones. Necesitamos instituciones justas y fuertes al servicio de los ciudadanos.
  • Decir que algo es público quiere decir que alguien lo paga.
  • Decir que algo es público es lo contrario de decir que no es de nadie. Lo público es de todos y de cada uno de los ciudadanos. Por eso es tan importante la transparencia.
  • El enemigo de la sociedad siempre es el mismo: La miseria, la ignorancia y la mentira. Y hoy añadiría un nuevo enemigo: El pesimismo, el pesimismo es un lujo de ricos.
  • Invertir en educación es caro, pero no hacerlo es carísimo. Inviertan ustedes en ignorancia y lo comprobarán.

Los parlamentarios debemos acudir a muchos sitios. A menudo es cansado pero hay veces, como hoy, en que es un verdadero privilegio.

Demasiados periódicos vendidos

News of the World (NOTW) es un periódico muy vendido en el Reino Unido y del que es propietario Rupert Murdoch, uno de los hombres más ricos e influyentes del mundo. El diario es una más de las muchas cabeceras de su propiedad. El histórico The Times es también parte de su cuadra de medios.

Murdoch es un buen ejemplo de quienes entienden el periodismo como un producto más con el que hacer dinero. Cada uno de sus periódicos se especializa en una línea editorial al gusto de los consumidores (antiguamente lectores) a los que pretende y aquí paz y después gloria. En España también pasa. La calidad, el derecho a la información, la honestidad profesional y el propio respeto por las personas son, para este tipo de empresarios, pintorescas rarezas del sector en el que ellos están para ganar siempre. Rarezas que -claro está- decaen en cuanto se trata de facturar.

Scotland Yard investiga ahora si los periodistas del diario interceptaron o no teléfonos móviles de víctimas de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres para obtener titulares sensacionalistas tras haberse sabido que el periódico pinchó efectivamente el buzón de voz del móvil de Milly Dowler, una niña de 13 años que desapareció en marzo de 2002 y apareció asesinada seis meses después. El investigador encargado no sólo interceptó los mensajes que entraban en el móvil de la niña, sino que cuando el buzón se llenó borró los más antiguos para que pudieran seguir grabándose nuevos mensajes y poder así seguir suministrando información al periódico que le pagaba. Mientras tanto los padres de la niña secuestrada y asesinada mantenían la esperanza en base a los movimientos de su teléfono, ignorando que quien borraba los mensajes no era su hija Milly sino alguien al servicio de la cuenta de resultados de un periódico.

Existe la sospecha de un sistema perfectamente organizado de pinchazos en líneas privadas y por eso Scotland Yard examina ahora con lupa cada caso mediático de asesinato o secuestro en el país desde 2001. Sospechan que los familiares de desaparecidos o asesinados también podrían haber sido espiados, incluidos los de la niña Madeleine McCann, desaparecida en el Algarve Portugués.

Lo cierto es que, aunque el escándalo ha estallado ahora, no hay ninguna diferencia moral entre pincharle el teléfono a alguien de la Casa Real Británica, a un famoso, a una modelo, tal y como ese periódico había hecho ya antes a menudo, o hacérselo a una niña secuestrada o a la víctima de una bomba. Lo que importaba era la noticia, la sensación y el gran titular. No sé si son demasiados periódicos vendidos o periódicos demasiado vendidos.