El balón pinchao

En 1997 se inició
la llamada “guerra del fútbol”, en la que las entonces nacientes televisiones de
pago pelearon por hacerse con algo que animase a miles de personas a empezar a pagarles
dinero en un país absolutamente acostumbrado a que la TV fuera gratuita. Tal vez no
fuera tanto lo que iban a ganar como el convencimiento de que quien perdiese el
fútbol simplemente moriría, como así ocurrió. El fútbol era la llave del
negocio.

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Ponte en pelotas

Foto Claudio Peri

Escuchaba estos días en la radio a algunos periodistas sorprendidos y aparentemente molestos por la cada vez más habitual costumbre de desnudarse en público como protesta o reivindicación de todo tipo de cosas, sean éstas graves o minúsculas, justas u opinables, mundiales o de barriada.

Inexplicable extrañeza la de aquellos opinadores, cuando resulta evidente que los propios medios de comunicación acuden a estas “manifestaciones” como polillas a la luz y reservan espacios de portada a asuntos que ignorarían del todo si no se viera ahí una teta.

Nadie debería sorprenderse de que la gente aproveche el voyerismo de periódicos y televisiones para hacer más rotunda y visible cualquier reivindicación mediante el simple y eficacísimo método de ponerse en pelotas. Porque sucede, además, que son los medios quienes establecen, mediante su atención, la notoriedad de las cosas: lo que existe y lo que no, lo que es importante y lo prescindible. Por supuesto, los protestadores nudistas lo saben perfectamente y lo aprovechan para generar hacia su causa un plus de legitimidad, que en realidad se sostiene solo en que, efectivamente, han salido en la prensa.

Feministas ucranianas protestan contra el Papa enseñando las tetas durante el Ángelus y son noticia en todo el mundo. Los bomberos de Bilbao se pagan sus olimpiadas mostrando bíceps y chocolatinas. No sé cuántos políticos italianos conoce usted pero seguro que recuerda a Cicciolina. Unas madres valencianas reivindican el autobús escolar para sus vástagos fotografiándose para un calendario erótico. Incluso un político catalán se hizo un cartel tal y como su madre lo parió (sin duda aludiendo a la necesaria transparencia en política).

Los medios de comunicación dicen que son público pero en verdad son actores y muy principales. Les gusta decir que se limitan a reflejar la realidad pero no es verdad, La modifican y transforman seleccionando lo que importa y lo que no. Esas personas saben perfectamente lo que los medios compran y se limitan a vendérselo. Cuando se trata de tetas y culos el éxito está asegurado. No cabe extrañarse. Al fin y al cabo les dan lo que tanto quieren. Es la demanda la que crea la oferta.

Así que ya sabe usted, si quiere quejarse de algo, de lo que sea, póngase en pelotas delante de una cámara y verá cómo el resto lo hará, ella sola, la máquina mediática.

Publicado en Danok Bizkaia el 25 de enero de 2013

¡No hay derecho!

Cuando una sentencia no alcanza la severidad que la percepción social requeriría o cuando un castigo se aplica a alguien cercano y popular, ésta suele ser la expresión más utilizada: ¡No hay derecho!

Parece mentira que una sociedad en la que la educación es universal y en la que la cultura ha avanzado como nunca antes lo hizo, siga vigente con tanto ardor la reivindicación de que la Ley pierda su carácter de norma racional, equilibrada, rigurosa y previsible para convertirse en una simple vía a través de la que se legitime la simpatía o antipatía popular que cada reo despierte. Una especie de autopista pública por la que puedan discurrir sin trabas un día la indignación y la venganza y tal vez otro día el olvido, la justificación o el aplauso.

Si el delito juzgado es notorio, o si lo es el delincuente, la administración de Justicia se ve sometida a una gran presión social, mediática y aun política para que se olvide de engorrosos procedimientos y aplique rápidamente al extraño la ley de la horca o el perdón honorable al nuestro. Así pasa que sin importar lo que diga la Ley, o incluso mintiendo sobre lo que dice, unos quieran a sus presos en casa porque ¡no hay derecho! y otros muchos quieran que a esos mismos presos se les nieguen lo que tienen todos los demás porque ¡no hay derecho!.

Pues resulta que es precisamente cuando tales cosas suceden cuando “no hay derecho”. Y no lo hay porque es entonces cuando el derecho muere para ser sustituido por la justicia del Cadí, por la decisión moral del momento, por la condena o absolución a voleo, sin otro procedimiento que el grito, el espectáculo y el titular.

Lo peor es cuando la mal llamada “alarma social” se maneja por los poderes públicos para que la Ley de Lynch les ayude descaradamente a la colecta de apoyos políticos. Un ejemplo es esa cosa que han llamado “prisión permanente revisable” pero que en realidad podría llamarse “cadena perpetua para delitos que generen titulares de letras muy grandotas”.

La limitación de la arbitrariedad y la prohibición de que un juez improvise para contentar a su público son conceptos que se generalizaron en el Siglo XVIII, pero parece que van pasando de moda y que solo los muy rancios, como yo, los valoramos. Puede ser pero ¡ojo!, si es usted partidario de esa justicia casi televisiva de hoy, tenga mucho cuidado en caerle siempre simpático a todo el mundo porque si un día tiene un problema no podrá contar con la independencia de los tribunales ni con las “anticuadas” garantías procesales. Y podrá decir entonces ¡No hay derecho! Porque, efectivamente, ya no lo habrá.

Pensiones y confusiones


Empezamos 2013 con muy pocas esperanzas pero con muchos cambios. Uno de los más notables que estrenamos es la nueva regulación en materia de pensiones.

Por supuesto que es un tema controvertido, como para no serlo, pero con objeto de no añadir confusión a la polémica hay que evitar expresiones que mueven al error. Porque precisamente en relación con las pensiones es habitual que se haga “como si” nuestras aportaciones de hoy fuesen lo que nos asegurase una pensión proporcional el día de nuestro retiro. Y eso no es así.

Conviene recordar que el nuestro es un sistema de solidaridad y que el dinero de las cotizaciones de cada trabajador de hoy NO se guarda para el futuro sino que se usa INMEDIATAMENTE para pagar a los jubilados de ahora. Porque tanto insistir en lo de las cotizaciones corremos el peligro de olvidar lo fundamental. Cuando alguien reclama “es mi dinero” deberíamos aclararle que es su derecho pero no su dinero, que éste ya se gastó en su día, seguramente pocas horas después de que lo aportase.

Por tanto la jubilación que usted y yo cobraremos, si es que cobramos alguna, vendrá del dinero que ENTONCES estén aportando los trabajadores en activo. Si son muchos y bien pagados tendremos pensiones mejores que si son pocos y maltratados. De eso dependerá.

La auténtica inversión no son nuestras cotizaciones de hoy sino el esfuerzo que hagamos para que los niños y los jóvenes tengan oportunidades, derechos, tengan la mejor formación posible, que hablen idiomas y se muevan por el mundo. Nuestra prosperidad de jubilados (incluida la de quienes tienen planes privados) vendrá de la mano de la inversión en investigación que se haga hoy para que mañana nuestra sociedad sea innovadora, competitiva y boyante en lugar de pobre y atrasada.

Nuestra ruina en la vejez la traerán la injusticia de hoy, la ignorancia, la desigualdad, el abuso, los sueldos de salario mínimo que ahora propone la patronal, la destrucción de derechos y la competitividad basada en la miseria de los trabajadores, que es como empezamos el nuevo año.

Seguramente la cantidad que cada cual reciba cuando se jubile se calculará atendiendo a lo que en su día aportó pero no hay que olvidar que un porcentaje alto de nada es exactamente lo mismo que un porcentaje bajo de nada.

Publicado en Danok Bizkaia el 11 de enero de 2012

Políticos y bicis



Las muertes de Victor Cabedo e Iñaki Lejarreta han puesto de nuevo de actualidad los accidentes de ciclistas. Así hemos sabido que en España en 9 años la siniestralidad en bicicleta bajó nada menos que un 39 por ciento. Pese a todo, en 2010 murieron 67 ciclistas. Demasiados, por supuesto, pero muchos menos de los más de 100 anuales que fallecían en los noventa. 

El caso de Lejarreta ha tenido gran impacto y hasta hubo una multitudinaria manifestación de bicicletas en homenaje al corredor y en justa defensa de los derechos de los ciclistas. Se ha reivindicado mayor respeto hacia quienes nos movemos en bici y se ha apuntado ¿como no? a la responsabilidad de «la clase política”. Parece que, al fin, los políticos nos resultasen al menos tan incómodos como útiles. De otra forma ¿cómo hubiéramos conseguido soslayar que los ciclistas también somos conductores (el 85% de los siniestrados tiene carnet) y que por fuerza entre los manifestantes tenía que haber muchos que algunas veces, o muchas, han pensado antes en su propia prisa que en el ciclista que les retardaba? Tal vez para no reconocer esa inquietante realidad es por lo que en seguida se apuntó hacia tan cómodos culpables ajenos.

A riesgo de ser impopular diré que la solución a este problema no va a venir de la Ley, del control o del castigo que se imponga sino que la traerá nuestro propio comportamiento.

Soy peatón, ciclista urbano, motero, conductor y viajero de transporte público, lo soy todo. Depende del día y como yo, millones de personas. Lo malo es que demasiadas veces supeditamos los derechos de los demás al vehículo que utilizamos en ese instante: queremos coches lentos cuando vamos en bici pero que no haya ciclistas que nos hagan esperar cuando conducimos. Queremos carreteras libres para apurar las trazadas en la moto (o incluso en la bici) pero despotricamos contra los moteros cuando éstos nos «achuchan» en las carreteras secundarias. Tampoco faltan ciclistas que protestan airados cuando un peatón (el débil) les obliga a frenar a ellos (los fuertes) en un carril bici urbano, con limitación a 10 km/h y obligación de timbre. Me alegra poder decir que no estoy entre esos.

A más ciclistas, menos accidentes. Cuando la bicicleta se consolida como un elemento más de la movilidad la velocidad de los coches tiende a ser menor y los accidentes disminuyen. O sea que lo que obra el milagro de la civilidad es la costumbre y nuestra propia actitud cotidiana, no nuestra policía.

Seguiré pateando mi ciudad, usando la bici, la moto o el coche pero pensando siempre que tengo los mismos derechos que los demás, sea al volante, pedaleando, asido al puño de mi “burra” o gastando la suela de mis zapatos. Respetar la ley pero también la cortesía es la vía que conviene tomar siempre, mucho mejor esa que descargar sobre otros nuestra propia responsabilidad como ciudadanos.

Triste época

Foto Diario de Navarra

La mitad de los inmigrantes que viven en Euskadi tiene entre 25 y 44 años, por tanto son personas jóvenes, normalmente sanas y obviamente dinámicas, puesto que asumieron riesgos al abandonar alguno de los 160 países de los que provienen. Al ser jóvenes y sanos utilizan los servicios de salud menos que los autóctonos, entre los que hay más gente mayor.

Se estima que en la época de bonanza pagaron en toda España al año unos 5000 millones de euros en impuestos y en torno a 3000 millones ahora que la crisis está expulsando a muchos de ellos. Es decir que pagan más que de sobra la atención sanitaria y los servicios sociales que ocasionalmente utilizan, con todo derecho.

Son datos de un estudio del Gobierno Vasco publicado el año pasado pero aún de plena actualidad y desmienten a quienes dicen que los inmigrantes son caros para nuestros servicios públicos y que abusan de ellos. Todo lo contrario.

Si no hubiera tantas personas inmigrantes necesitaríamos un sistema de atención pública muchísimo mayor y también más caro porque nos faltaría la ayuda de tantas mujeres y también el IVA que ellas mismas pagan cada vez que compran algo. Eso sin olvidar que la posibilidad de trabajar de muchas mujeres autóctonas depende de sus asistentas domésticas. No es un asunto solo de mujeres pero son ellas las principales protagonistas en ambos lados de esa importantísima realidad.

En 2011 eran un 6,6% de la población vasca, la inmensa mayoría está en situación legal (el 77%). Sin embargo los aborígenes tendemos a pensar que son el triple de los que realmente son y que su situación es de generalizada ilegalidad. Cosas ambas que no son ciertas.

Cuando los empleos se pierden, van a la calle como los demás, tal vez antes. Tienen menos red de apoyo familiar, claro está, y suelen acogerse a ayudas públicas, pero no se instalan en ellas a largo plazo. Los datos apuntan a que quienes así lo hacen suelen ser habitualmente ciudadanos de aquí de toda la vida.

Dicen que tener prejuicios es estar absolutamente seguro de algo que se ignora y las personas inmigrantes suelen ser víctimas de esa actitud así que hoy he querido repasar unos pocos datos para que usted se forme la opinión que quiera pero con algo más de información.

Se atribuye a Albert Einstein la frase «¡Triste época la nuestra! en la que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio». Puede que la atribución sea falsa pero la frase es muy acertada.

Millonarios nacionales

Corre por la red un vídeo de un conocido empresario y millonario norteamericano, Nick Hanauer, que contrasta vivamente con el discurso al que nos quieren acostumbrar aquí. Hanauer dice en su charla que “la gente rica, como yo, no crea empleo” que lo hace “la retroalimentación entre clientes y negocios”. Y dice, además, cosas como que “subir impuestos a los ricos es lo mejor para la clase media, para los pobres y también para los ricos”. Es muy interesante el vídeo, véanlo. Está también aquí.

No sé si los millonarios vienen con denominación de origen como pasa con los vinos, pero lo que es claro es que los grandes empresarios típicos de aquí no se parecen en nada a este señor. Estamos ahora siguiendo en los medios las andanzas de Díaz Ferrán y sus colegas, de sus trampas, de los pagos a políticos “cojonudos”, de sus evasiones fiscales, del uso de influencias públicas para hacer negocios privados, etc.

Y lo peor es que este señor no era un empresario más, sino que ha sido mucho tiempo el presidente de los empresarios de España, que le eligieron y le reeligieron para el cargo. Demasiados de su misma calaña hemos tenido y sus nombres le vendrán a usted a la mente fácilmente.

Hasta la asociación de empresarios de Euskadi CONFEBASK ha salido al paso para defender el buen nombre de sus miembros y denunciar el “injusto menoscabo” para su imagen que supone este caso.

Seguro que tienen razón, nunca he sido partidario del “todos son iguales”: ni para los empresarios, ni para los políticos, ni para los periodistas, ni para los hombres, ni para las mujeres tampoco, así que no tengo duda de que en España habrá empresarios que se parecerán mucho más a Hanauer que a Díaz Ferrán, como en Estados Unidos los habrá sinvergüenzas como éste, pero a uno le tienta pensar que los países tienen las dificultades que sus sociedades se merecen. Que, por ejemplo, allí donde los ricos respetan la Ley y piensan más a largo plazo, les va a todos mejor, incluso a ellos mismos. Y que, por el contrario, allí donde están dispuestos a todo para quedarse con todo y para conseguirlo ahora, el precio que se paga es enorme, y no me refiero a su encarcelamiento -claro- sino al futuro de un país entero y a su confianza en sí mismo. De entrada la confianza de los mercados en nosotros ya ha vuelto a caer, pero dicen que es por Italia y por su gran millonario nacional: Berlusconi. Eso será.

Publicado en Danok Bizkaia el 14 de diciembre de 2012

Decepciones

Cotillas. Maite Benet

La cosa prometía. Unas chicas y algún chico mayores de edad pero jóvenes se habían hecho fotos “subidas de tono” (así lo decía la prensa). Y luego -castigo del destino por procaces- tales fotos habían acabado corriendo sin tasa en las redes sociales. Naturalmente que tan inmensa difusión resultaba reprobable pero, ya se sabe…el morbillo, las masas que diría Ortega…Además, al fin y al cabo el pecado del mirón anónimo resultaba venial en comparación con el cometido por los y las exhibicionistas.

Enseguida saltaron las alarmas. Los responsables universitarios, el Gobierno y la ertzaintza, se alarmaron, desmintieron, investigaron. La prensa y los medios se ocuparon con profusión y hasta surgió espontánea una manifestación de solidaridad con el derecho a la intimidad de aquellas chicas y chicos que nadie conocía directamente pero que todos tenían alguien cercano que los conocía de fijo.

Parecía que se quería llegar hasta el final y así ha sido. Todo era mentira, no hubo tales estudiantes atrevidos, todo era un montaje jugoso y atractivo, pero falso. El final ha resultado ser que esta sociedad tan moderna, tan descreída, tan tecnológicamente avanzada como nos gusta creernos, es igual de cotilla, ingenua, crédula y frágil que las de nuestras abuelos y bisabuelas, solo que entonces los bulos crecían más lentos.

Pero las ganas de creer en el pecado ajeno son hoy las mismas. La bola que crece imparable en cada boca-oreja, igual. La confidencia privada que no sale de Eurasia, idéntica. Solo la tecnología ha cambiado, pero para acelerar el proceso e incrementar, de paso, el bochorno social.

Como en todos los bulos de éxito, una vez pinchados queda ahora la incómoda sensación de tener que regresar avergonzados desde allí donde se llegó. Cuesta renunciar a aquello tan sabroso que se dio por cierto y más aún asumir el ridículo. Así que no crean, la cosa coleará y no les quepa duda de que se guardará más tiempo en la memoria la mentira estupenda que el humillante desmentido.

Me llegan malas noticias sobre Islandia, donde parece que los banqueros y políticos no están en la cárcel, como se decía, los bancos no han sido salvados pero por falta de dinero y no de ganas, la Constitución sigue congelada donde estaba y se comenta que el humorista que ganó la alcaldía de la capital empieza a perder la gracia.

Pero no tengo hoy ni más papel ni más ganas de causarles nuevas decepciones a ustedes, así que lo dejo ahí.

Publicado en Danok Bizkaia el 5 de diciembre de 2012

¡Que sube el caviar!

Andan los bancos inquietos ante la presión social que hay respecto a las hipotecas. Las tímidas medidas que ha tomado el Gobierno para evitar solo una pequeñísima parte de los desahucios ya les parecen suficientes -“prudentes” han dicho- y temen que se quiera ir más allá.

Nos previenen del riesgo de tomar decisiones “en caliente” y de sus consecuencias. Tienen razón en que la precipitación no es buena consejera pero yo creo que hay ocasiones en que tampoco es bueno demorarse mucho: a veces sentarse a valorar con toda calma los pros y contras de cada matiz, impulsar estudios, probar simulaciones… puede terminar en desastre. Si tiene usted un amigo bombero o socorrista verá cómo se lo explica mejor que yo.

Pero sobre todo creo que equivocan el tiro cuando se preocupan porque la dación en pago u otros alivios puedan en el futuro hacer más inaccesibles las hipotecas a los jóvenes. Que estén plenamente tranquilos: las condiciones laborales y salariales de los jóvenes, salvo que mejoren enormemente, no les permitirán acceder nunca a hipotecas, ni baratas ni caras. Y los mejor preparados ya tienen como primera opción salir al extranjero así que, en su caso, será allí donde compren sus viviendas.

Yo que ellos me preocuparía antes por el empobrecimiento general de la gente, por la supresión de los servicios sociales y por la consiguiente destrucción acelerada de las clases medias, que eran las que sostenían el mercado hipotecario, la recaudación pública…y todo lo demás.

Sin ir más lejos, en pocas semanas los propios banqueros verán cómo miles y miles de sus propios trabajadores (los de las cajas de ahorros rescatadas por Europa de la ineptitud de sus gestores) se quedarán en la calle y supongo que con problemas para pagar un buen número de hipotecas que sus propias entidades les concedieron.

El problema no van a ser las hipotecas que no pueden cobrar hoy, ni las muchas más que tampoco podrán cobrar mañana, ni el año que viene ni el siguiente. El problema es que tan inmenso negocio se les ha ido por el desagüe porque su codicia y su irresponsabilidad les empujaron a ganar dinero a cualquier precio, incluso al precio del futuro de sus propios clientes, de su mercado y del país entero.

Las hipotecas del futuro van a ser casi como el caviar, para tan pocos que dará lo mismo si son más o menos caras; quien las contrate podrá pagarlas. No darse cuenta de ello me parece el último episodio de la incompetencia estratégica de los dirigentes de nuestro sistema bancario. Por ahora.