Permanezcan atentos a sus pantallas
expectativa y anuncia «aportaciones significativas» en un comunicado que publicará hoy.
marketing!
El ardiente deseo de discurrir con novedad
En España no se investiga…Los recortes están expulsando a los científicos…Nuestras universidades no están en los rankings de las excelentes…
Cuando escucho quejas como éstas pienso siempre si no estaremos apostando contra nuestro propio futuro. Porque yo también creo que nada es más rentable que la ciencia. Pero también confieso que no sabría decir cuánto de cierto hay en esta alarma y cuánto de esa costumbre hispana de ignorar y despreciar lo que sí se tiene, para así alimentar ese increíblemente prestigioso complejo de inferioridad colectivo, envuelto en ropajes de chulería. Ese en el que nos complacemos en enlodarnos desde tiempos de Larra o Blanco White.
Lo que resulta evidente es que la contradicción tiene excelente prensa entre nosotros:
Lo peor es que detrás de esa ceguera “popular y fresca” pero incapaz de distinguir la tecnología de la magia (como ya nos avisó Arthur C. Clark) hay una corriente social profunda y, por eso mismo alarmante, que mueve no solo a esos movimientos, sino que contamina a buena parte de la sociedad y, sin duda a buena parte de la izquierda de siempre, salvo contadísimas excepciones.
Los izquierdistas de antaño no dudaron un momento de que la libertad vino de la mano de la ciencia y de la cultura, porque así fue. Ni tampoco olvidaron jamás que las herramientas de la tiranía eran justamente la superstición y la ignorancia. El abuelo que luchó para que a su barrio llegase la luz eléctrica no entendería hoy qué hace su nieto twitteando en el móvil un mensaje contra la vacuna que a él le permitió escapar de la polio, por ejemplo. Hoy, sin embargo, quien se resiste a la marea de todo lo que suene a alternativo contra la ciencia “oficial”, es visto como un reaccionario, cuando no como un sicario a sueldo de escondidos poderes en la sombra.
La gran paradoja es que la magia, que ha sido la herramienta más eficaz de la historia para oprimir a los hombres, ha conseguido entrar en la mente de millones de personas sinceramente preocupadas por construir un mundo más justo y mejor. Y lo ha hecho como un troyano, escondida precisamente en los productos y cachivaches que su enemigo secular, la ciencia, nos ha proporcionado a todos para hacernos más sanos, más fuertes, más felices pero…por lo que se ve, no más listos.
Si ha llegado a leer has aquí tal vez es que le ha interesado así que aprovecho para recomendarle a gente más inteligente que yo

Si no tienes utopía no sabrás hacia dónde caminar.
Pero si solamente aceptas la utopía misma no darás un solo paso.
(La bolsa de hielo está indicada contra las hinchazones y sobrecalentamientos cotidianos. Imprescindible para reflexionar con claridad. Manténgase al alcance de los adultos)
![]() |
| Arantza Quiroga. Presidenta del PP vasco. Foto ABC |
Las personas de la actual dirección del PP vasco están sufriendo una enorme injusticia. Tienen toda la razón Arantza Quiroga y los suyos en que nadie tiene derecho a dales lecciones de dignidad frente al terrorismo. Ni siquiera sus antiguos compañeros.
Leer más
En la Edad Media el más devastador enemigo de la humanidad fue la peste negra, que causó la muerte a un tercio de la población de Europa. Aquello tuvo consecuencias terribles en el desarrollo de la sociedad y retrasó cualquier avance económico, político y social.
Ahora, en el siglo XXI, creo que el gran enemigo de la humanidad moderna son los «procedimientos de calidad» que, bajo la excusa de la excelencia, matan la creatividad, obligan a destinar esfuerzos a tareas inútiles, disuaden a quienes quieren mejorar las cosas de verdad e impiden destinar las neuronas a aquello para lo que realmente las tenemos.
Tal vez exagere y no sea para tanto. Tal vez se trate solo de otra burbuja más, como la inmobiliaria o la financiera que, como éstas, un día bendito estallará por fin y nos demos cuenta entonces de la imaginación que hemos perdido, de la creatividad desperdiciada, de la emoción abortada, de las iniciativas aplastadas, de la felicidad huída y de los miles de horas y de toneladas de papel desperdiciadas para dar de comer a los sacerdotes de la ISO.
Seguramente tampoco esta vez podremos valorar el daño causado pero lo que sí podremos hacer será recuperar de verdad la calidad en el trabajo. Y en la vida.
La marea blanca ha sido un movimiento cívico valioso, que ha conseguido hacer visible que, afortundamente, hay muchísima gente en España que conoce y valora la sanidad pública. Pero el dique que ha parado las pretensiones privatizadoras del Gobierno de la Comunidad de Madrid ha sido una de las instituciones del denostado Estado: El poder judicial.
(La bolsa de hielo está indicada contra las hinchazones y sobrecalentamientos cotidianos. Imprescindible para reflexionar con claridad. Manténgase al alcance de los adultos)
La decisión del PSOE de hacer en noviembre elecciones abiertas para la elección de candidato a Presidente de Gobierno puede significar una auténtica revolución en la política española y, desde luego, lo será en el Partido Socialista. A poco que la cosa funcione y los ciudadanos se animen a participar, el voto de los propios militantes se convertirá automáticamente en muy minoritario en relación con el peso del de los simpatizantes. Ocurrirá así aun sin necesidad de acercarse a las cifras de franceses o italianos que participaron en las elecciones primarias de sus correspondientes partidos socialistas. Se abre de este modo una interesante incertidumbre.
Tanta, que el secretario de Organización socialista, Oscar López, ya ha dicho que no sabría definir las expectativas socialistas de cómo pueda la ciudadanía reaccionar y lo ha hecho apelando, con razón, a la novedad absoluta de este procedimiento para la designación del candidato o candidata.
No sé si son los mejores tiempos para pedir a la ciudadanía una implicación en la vida de los partidos. La cosa puede acabar como un sano revulsivo que ilusione a la gente y la movilice al ver que se atiende, por fin, a la tan reclamada transparencia, pero también puede convertirse en una ocasión propicia para abofetear a la política en general. Los socialistas habrán dado la cara, ciertamente, pero para que se la partan.
De lo que pocos hablan es de que este proceso abre un nuevo escenario dentro del propio PSOE. Hasta ahora se había dado por hecho que quien controlase el partido era automáticamente el candidato y, si los electores le daban la mayoría, era también Presidente del Gobierno.
El PSOE siempre ha manifestado su vocación republicana. Sin embargo en sus estructuras internas reproducía, con paradójica similitud, la estructura de poder del Reino de España, con un Presidente del Partido, ciertamente electo pero sin poder real: (Rubial, Chaves, Griñán) y un Secretario General que era quien, mejor o peor, gobernaba efectivamente el PSOE (González, Almunia, Zapatero, Rubalcaba) cargo que, en su caso, compatibilizaba con La Moncloa.
Las primarias implantadas ayer van a suponer la creación a partir de ahora de dos poderes dentro del PSOE: Por un lado el que ostentará, y con gran legitimidad si todo sale bien, la persona que encabece el cartel socialista y, por otra parte, el poder que corresponda al Secretario General que dirija el Partido en la sede de Ferraz por decisión del congreso interno que le haya elegido.
Dos poderes reales y efectivos, elegidos independientemente uno del otro es, justamente, lo que caracteriza a los regímenes republicanos occidentales (Presidente y Primer Ministro) y es un modelo que cuenta con muchos partidarios dentro del PSOE pero, curiosamente, fue ayer mismo cuando el propio partido estrenó internamente esa estructura. ¿Se habían dado cuenta?
![]() |
| RTVE |
Los recientes sucesos del barrio de Gamonal, en Burgos, han provocado una considerable perplejidad; de un lado por haberse producido en una ciudad de las que se perciben como tranquilas y poco dadas a la algarada y de otra parte por el asombroso motivo de la protesta: la regeneración y mejora urbanística de una calle. ¿Quién puede negarse? Pues precisamente los propios vecinos. ¿Y por qué una protesta tan virulenta y unánime?
Pues seguramente porque Gamonal es una frontera, como muchas otras que hay en España. ¿Qué clase de frontera? Una muy terrible, la que separa a las personas ya excluidas de las que aún aguantan. Esa frontera. La frontera del miedo.
La gente siempre quiere que sus hijos vivan mejor de lo que vivieron sus padres y se esfuerza mucho por conseguirlo. Mientras ha habido empleo muchas familias trabajadoras fueron mejorando su situación. El acceso a la vivienda en propiedad se percibía como un seguro. Como la certeza firme a partir de la que construir la esperanza de que la familia mejoraría. Conseguido ese primer objetivo los siguientes pasos variaban según los sueños de cada cual. Había quien, por fin, adquiría ese coche o ese pequeño apartamento playero; cosas que su familia no había podido tener nunca. Otros optaban también por darles a sus hijos una educación superior de la que ellos habían carecido, con la esperanza legítima de su promoción social y bien conscientes de que el salto definitivo a la clase media de la siguiente generación vendría de la mano de su preparación académica.
Millones de familias compraban bienes y servicios y de esta forma se generaba una apariencia de prosperidad (bien regada, por cierto, por la incomprensible pero evidente burbuja). No solo era así sino que esa estrategia vital se promovía y era percibida como muy positiva. Los Gobiernos se vanagloriaban de la marcha del consumo y hubo algún ministro que aplaudió el desaforado precio de las viviendas como síntoma de la incontestable prosperidad de España.
Tanto éxito no permitía ver que había millones de familias que para poder seguir ese ritmo presentado públicamente como “lo normal” estaban haciendo uso de toda su capacidad económica absolutamente al límite. No había margen de maniobra alguno y cuando llegaron el paro o el recorte, o ambos, se vieron al borde del abismo. Precisamente ese límite social, esa frontera de vértigo, se ha hecho estos días realidad física y tangible en el barrio de Gamonal.
No hablo de gente que no pueda pagar la calefacción, que ya ha traspasado la frontera maldita, pero sí de quienes aguantan el coche en la calle pero no podrían pagar un garaje. Del drama de quienes han tenido que hacer regresar a sus hijos de aquella universidad a la que llegaron con la esperanza y el orgullo de las generaciones anteriores de su propia sangre metidas en la maleta junto al ordenador.
En la protesta de Gamonal han estado, seguro, trabajadores con sueldos mermados que hace meses cerraron con llave el pequeño adosado en el Mediterráneo sin saber si cuando regresasen lo harían de vacaciones o para entregar las llaves.
Gamonal ha sido, en fin, el chillido rabioso de la esperanza que se ahoga en miles de barrios y en millones de hogares que bordean esa frontera. Eso ha sido. A muchos nos ha sorprendido el escenario y el motivo concreto del estallido, un bulevar, pero en algún sitio tenía que saltar la chispa. Quienes siguen sin entenderlo es porque aún no se han dado cuenta de que lo que está pasando es mucho más grave que un disturbio con policías y sirenas.
Dice el PNV que su convocatoria conjunta de una manifestación hoy en Bilbao es una reacción excepcional ante una situación excepcional. Ciertamente su concurso de última hora en este asunto es una actitud que no concuerda con el distanciamiento que los jeltzales venían manteniendo con el lío de los presos desde que ETA anunció su cese.
También es verdad que esa excepcionalidad ya no lo es tanto si miramos un poco más lejos: Lizarra 1998 no está olvidado y los casos en que el PNV ha sumado sus fuerzas a las del nacionalismo vasco radical han menudeado a la largo de décadas. En el fondo es innegable que por debajo de siglas y estrategias de cada momento, el nacionalismo vasco comparte, y compartirá, un imaginario sentimental común sobre el que se construye cada una de las posiciones diferentes que lo sustentan.
La manifestación prohibida y la reconvocatoria de hoy son, en efecto, un momento excepcional, porque existía el peligro cierto de que los jeltzales quedasen marginados dentro del universo común abertzale. El PNV ha querido evitarlo aun a riesgo de poder abandonar temporalmente una cierta centralidad política. No es raro. Llevan en esa táctica desde que Bildu entró en las instituciones y me inclino a pensar que, siempre desde su punto de vista, Ortuzar y los suyos han acertado ya que en este momento la mala situación de los partidos no nacionalistas hace que no haya nadie en Euskadi que le pueda disputar al PNV el segmento electoral del centro político, por lo que este movimiento táctico no le costará caro.
Solo ocurriría lo contrario si la demostración de hoy se convirtiese un punto de inflexión en relación con el cierre del terrorismo, como sin duda sueñan sus convocantes originales, pero tal cosa es muy improbable. Ya verán cómo la de hoy será una más de las ya muchas y muy multitudinarias concentraciones promovidas por el mundo de Batasuna/Bildu/Sortu/EH/… todas ellas con buenos resultados mediáticos pero nada más. Episodios como el de hoy o como el que protagonizaron el pasado día 4 en Durango unos presos cansados y derrotados, tendremos muchos de ahora en adelante, a lo largo del que seguramente será largo e incómodo tiempo en que los vascos tendremos que ir pasando nuestra propia resaca sociológica del terror.
Lo que no ofrece dudas es la excelente cintura política del PNV, que le ha permitido una jugada como ésta en la que no solo impide el monopolio de Bildu sobre los sentimientos abertzales sino que, además, se adorna a sí mismo con la pátina de “hermano mayor” que saca las ardientes castañas del fuego a otros “irresponsables” miembros de la familia cuando estaban a punto de quemarse.
Pero como nunca la dicha es completa, algunos peligros sí se vislumbran a lo lejos: Para el PNV que su insistencia en acudir a todo lo que suene a abertzale le haga derivar a largo plazo hacia donde no le conviene ir, tal y como le está pasando al PP nacional con su particular “Tea Party”. Para el PP vasco, que su ya débil posición propia desaparezca fagocitada por las torpezas del Gobierno de España y para el PSE PSOE, que una exacerbación diaria de la agenda nacionalista le deje sin discurso mediático y, por tanto, en tierra de nadie. Iremos viendo.
Hubo un tiempo en que los políticos aún no monopolizaban para ellos solos todo el odio ciudadano, como ocurre ahora. La inquina estaba entonces más repartida y los terroristas, las grandes corporaciones, las constructoras, la banca y otras entidades, como las cadenas de TV, contaban con sus propias cuotas de antipatía popular. A estas últimas se les reprochaba en público la pésima calidad de una programación que, sin embargo, se seguía privadamente de forma mayoritaria.
En respuesta a tales críticas las cadenas establecieron en 2004 un código de autorregulación en el que prometían no ofrecer contenidos “perniciosos” para la infancia en las horas en que se suponía que los menores veían la tele. Se le llamó “horario protegido” y hace poco aquella iniciativa pasó de ser una declaración de buena voluntad a contemplarse en la nueva Ley de Comunicación Audiovisual.
Vista la destreza de nuestros chicos y chicas con el mando, su acceso constante a internet y su asombroso conocimiento de todas las novedades, hablar de un horario infantil a estas alturas suena bastante falso y tan anacrónico como la familia “Telerín” animando a los pequeños a acostarse. Sin embargo, la Ley es la Ley y la Comisión Nacional de la Competencia acaba de multar a dos grandes grupos televisivos con 2 millones de euros por vulnerar ese pretendido horario infantil. Lo más curioso es que se les castiga por un caso concreto en medio de un mar de incumplimientos cotidianos.
En 2004 les recuerdo que no había más cadenas que las grandes y una de pago, resultado de la fusión de dos anteriores. No había ni TDT, ni temáticas ni, por supuesto, cadenas de dibujos animados las 24 horas el día. La tele aún se veía en el salón de casa, ni en el ordenador ni en el teléfono y menos aún en la tablet.
Sin embargo en muy pocos años nuestras casas y nuestros bolsillos se han llenado de pantallas, los horarios se han ido al garete y las normas que entonces se crearon se han revelado perfectamente inútiles. No debería extrañarnos: ocurre siempre que queremos sustituir la civilidad, el respeto y el sentido común por la Ley y la sanción, pero es algo a lo que en España parece que tenemos auténtica adicción. ¿Aprenderemos? Lo dudo.