Cómo nos suena esto a los vascos
la razón siempre, así que nada hay mejor para llevar el agua a tu molino que
simplificarla con unos eslóganes, preferentemente que rimen, cosa muy útil
puesto que el objeto es que puedan ser recordados y repetidos. Cada día es más
fácil, al lado de las escuetas pintadas y dianas de otros tiempos, los 140
caracteres de Twitter son casi un ensayo.
los contrarios con ellas
explicable en blanco y negro, más aún es preciso etiquetar a los adversarios y
colocarlos en una posición perfectamente simple, obviamente en la negra, de
forma que no quepa para ellos calificación alguna que no sea la que tu consigna
haya establecido: txakurra, asesino, txibato, Señor X, da igual. Lo importante
es encerrar todo lo que significa tu adversario en una jaula muy pequeña y muy
maloliente. Que sea verdad o mentira es perfectamente irrelevante.
“cosifica”
deja de tener carácter humano, ya no es alguien sino “algo” y ese algo es solo
y exclusivamente la etiqueta que le hayamos asignado. Ya no hay historia, no
hay recuerdo de nada positivo, ni siquiera neutro. Ese individuo nació con la
etiqueta cosida a la ropa como una estrella amarilla y punto.
espacios físicos excluyentes
barrios de Madrid, los nacionalistas radicales vascos tenían sus “pueblos y
barrios”, donde mandaban “las cuadrillas”. Se trata de presentar como una
“provocación” la mera presencia de alguien no afecto en esos lugares y
justificar así una reacción violenta contra él. Si esos espacios son
universitarios mejor que mejor, porque tienen el marchamo de la cultura y el
conocimiento. Sin olvidar que suelen estar llenas de personas cultas y
respetuosas, que se apartarán del tumulto que has montado.
manifestaciones “espontáneas”
espacio vedado es una provocación, queda plenamente justificado que “la gente”
reaccione violentamente, le agreda y le quiera expulsar de ese sitio donde -obviamente-
no debería haberse atrevido a entrar.
responsabilidad
reivindicar la agresión como propia, aunque todo el mundo sepa que así es. Por
el contrario, aunque los eslóganes, las consignas y los gritos sean los que tú
mismo has sembrado y cultivado, siempre podrás alegar que se trata de
manifestaciones de autenticidad popular en las que no tienes nada que ver.
Faltaría más. Si la agresión se va de las manos esta actitud de falso pero
declarado alejamiento hacia los protagonistas del abuso es especialmente
conveniente para evitarte mayores problemas.
agredido
popular? Si te preguntan, que te preguntarán, deberás manifestar de entrada tu
contrariedad, deplorando “los hechos”, lamentándolos y manifestando tu sincera
desazón (el diccionario ofrece un buen ramillete de palabras blandas para esto)
para acto seguido y, ahora sí con toda rotundidad, criticar al agredido por
provocador y convertirlo en agresor virtual. Culparle de cualquier cosa mala
que haya pasado recientemente es una táctica infalible, vale desde un asesinato
hasta un motín en el CIE de Aluche.
de sobra por haberlo padecido, te harás primero con la calle, y después cuando
el miedo se haya instalado en los corazones de tus vecinos, habrás vencido.
es buen momento para vacunarse también contra las ideologías del odio y de la
amenaza, que siempre se inician como “espontáneas” manifestaciones populares y
que siempre acaban muy mal. Para ello recomiendo un libro que habla de Euskadi
pero que puede servir perfectamente a cualquiera como antídoto contra la
tiranía del grito y la capucha. Se titula “Patria” y lo ha escrito Fernando
Aramburu.
























