Sin Categoría

¿Italia grillada?

Aunque usted sea de los que cuidan su salud; no fume, se ejercite, coma con poca sal y evite leer periódicos cada día, se habrá enterado de que en las elecciones italianas un cómico llamado Beppe Grillo, símbolo de la rebelión ciudadana, ha obtenido 162 escaños entre diputados y senadores. De hecho ha sido el partido más votado en la cámara de diputados italiana.
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Aquí había una tienda

Foto Rafael Lafuente (El Comercio)

En mi barrio había una tienda de fotografía, una cafetería, una tienda de ropa y una agencia de viajes. Todas en 50 metros. Ahora hay 4 persianas, algunas personas más en el paro y varios comerciantes arruinados.

La semana pasada este periódico informaba de que Euskadi ha perdido 7.000 empresas y 17.000 autónomos desde el comienzo de la crisis. El presidente de los empresarios vascos se hacía eco de unos datos escalofriantes según los cuales el tejido productivo vasco se está muriendo.
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¡Matadlos a todos!

Cátaros expulsados. Miniatura S. XIV

El 21 de julio del año 1209, las tropas al servicio del Papa Inocencio III conquistaron la ciudad de Béziers, una de las sedes de los herejes cátaros. Informado el inquisidor y Legado Papal, Arnaldo Amalrico, de que entre los prisioneros había tanto herejes como católicos, dicen que contestó ¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos! Entre 7.000 y 10.000 personas fueron asesinadas y el Papa, por cierto, no dimitió.

Cuando en medio de la tormenta política actual escucho o leo a algunos (pocos) opinadores recordar que la gran mayoría de los políticos son gente honrada, que nunca han cogido un euro y que se han esforzado dignamente, me parece que estoy ante algo tan cierto como lo es también que la sociedad no está ya para andar con distingos y parece más partidaria de aplicar, en sentido figurado -espero-, la expeditiva solución de aquel cisterciense.

La indignación es un excelente caldo de cultivo para la ira, que por naturaleza es un sentimiento poco dado al matiz. Por eso nadie gana más en medio de este huracán que todo lo mezcla y todo lo arrolla que aquellos que efectivamente robaron, ya que su beneficio será para ellos solos pero la culpa y la vergüenza la compartirán a partes iguales con los honrados, que siempre fueron más. Como siempre, en medio de ese río revuelto quienes más ganan son al fin quienes más pescaron.

Porque lo indudable es que somos todos los demás quienes perdemos. El dinero, siempre público al fin y al cabo, que sirvió para que los corruptores pagasen a los corruptos ya lo hemos perdido, pero a este paso vamos camino de perder también la capacidad de regeneración de nuestra vida política.

Porque seguro que va a ser muy difícil que las personas honradas que hay en la política se animen a aguantar el chaparrón que les cae, pero será imposible que otras nuevas y valiosas se atrevan a meterse en medio de la escabechina…sobre todo si conocen el episodio histórico de los cátaros.

La justa indignación de una ciudadanía arruinada y abusada puede desembocar con peligrosa probabilidad en el desembarco de algún salvador o salvadora, que haga política diciendo que no la hace y que, desde luego lo que no hará será democracia; eso sí que no. Y, ¡ojo! que los «cirujanos de hierro» antes los imponían los ejércitos pero hoy lo hacen los mercados. No sé qué es peor.

Publicado en Danok Bizkaia el 15 de febrero de 2013

Empresaurios

Serie TV Dinosaurs

Dícese de aquella clase dirigente de la economía que medró en medio de los privilegios y protecciones que le ofrecía una dictadura jurásica que hubo en España hace ya bastante tiempo pero tal vez no el suficiente. Grandes, abusadores, incapacitados para toda innovación o modernidad, codiciosos del beneficio inmediato, destructores incansables del medio ambiente y aun de la salud de sus propios sectores empresariales, nada produce más terror en estos seres que la libre competencia, a la que temen como a un asteroide catastrófico.

Nacieron con el virus del estraperlo incrustado en su ADN y de aprovecharse directamente del hambre de nuestros abuelos con el tiempo se construyeron, a base de ventajismo, enormes empresas capaces de parasitar otras partes menos obvias y más rentables de nuestra riqueza, de la de todos.

¿Se imagina usted al gran constructor llegando al chalet de su exclusiva urbanización privada compungido, contrito, para explicarle entre sollozos a su santa, que tal o cual concejal, político, funcionario…. le ha obligado a soltarle un sobre lleno de dinero si quería optar a tal o cual obra pública? Yo no me lo imagino, y seguramente usted tampoco. Veo más bien a un orgulloso empresaurio, satisfecho de la operación que hoy ha llevado a cabo con el pringao ese del concejalillo -¡que me come en la mano oye!- al que por unos miserables miles le he sacado un contrato que se van a morir de envidia esos hijoputas del club de golf. ¿A que así sí se lo imagina usted mejor, verdad? Yo también.

Lo que no se puede negar es que son listos como el hambre, precisamente el mismo hambre de sus vecinos a costa de la que se hicieron ricos sus abuelos franquistas. Tan listos son que sus nombres aparecen en listas pero nadie les señala. Condena la opinión pública, con razón, al que comía en su mano pero nadie dice nada de ellos, nadie les reclama el 35% de impuesto de sociedades por aquellos millones desembolsados. Nadie habla de cárcel. Han conseguido que, estando en el puñetero medio del lodazal, nadie parezca verlos. Ellos sí que saben.

Estos días leía a un directivo de una importante empresa vasca decir que la suya nunca entró al “juego de las comisiones”. Efectivamente tiene razón, para quienes sí lo hicieron era un juego, un juego trucado, por supuesto, en el que solo podían ganar, y en donde los auténticos empresarios y todos los demás ciudadanos solo podíamos perder. Qué listos son, los hijoputas.

Publicado en Danok Bizkaia el 8 de febrero de 2013

El balón pinchao

En 1997 se inició
la llamada “guerra del fútbol”, en la que las entonces nacientes televisiones de
pago pelearon por hacerse con algo que animase a miles de personas a empezar a pagarles
dinero en un país absolutamente acostumbrado a que la TV fuera gratuita. Tal vez no
fuera tanto lo que iban a ganar como el convencimiento de que quien perdiese el
fútbol simplemente moriría, como así ocurrió. El fútbol era la llave del
negocio.

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Ponte en pelotas

Foto Claudio Peri

Escuchaba estos días en la radio a algunos periodistas sorprendidos y aparentemente molestos por la cada vez más habitual costumbre de desnudarse en público como protesta o reivindicación de todo tipo de cosas, sean éstas graves o minúsculas, justas u opinables, mundiales o de barriada.

Inexplicable extrañeza la de aquellos opinadores, cuando resulta evidente que los propios medios de comunicación acuden a estas “manifestaciones” como polillas a la luz y reservan espacios de portada a asuntos que ignorarían del todo si no se viera ahí una teta.

Nadie debería sorprenderse de que la gente aproveche el voyerismo de periódicos y televisiones para hacer más rotunda y visible cualquier reivindicación mediante el simple y eficacísimo método de ponerse en pelotas. Porque sucede, además, que son los medios quienes establecen, mediante su atención, la notoriedad de las cosas: lo que existe y lo que no, lo que es importante y lo prescindible. Por supuesto, los protestadores nudistas lo saben perfectamente y lo aprovechan para generar hacia su causa un plus de legitimidad, que en realidad se sostiene solo en que, efectivamente, han salido en la prensa.

Feministas ucranianas protestan contra el Papa enseñando las tetas durante el Ángelus y son noticia en todo el mundo. Los bomberos de Bilbao se pagan sus olimpiadas mostrando bíceps y chocolatinas. No sé cuántos políticos italianos conoce usted pero seguro que recuerda a Cicciolina. Unas madres valencianas reivindican el autobús escolar para sus vástagos fotografiándose para un calendario erótico. Incluso un político catalán se hizo un cartel tal y como su madre lo parió (sin duda aludiendo a la necesaria transparencia en política).

Los medios de comunicación dicen que son público pero en verdad son actores y muy principales. Les gusta decir que se limitan a reflejar la realidad pero no es verdad, La modifican y transforman seleccionando lo que importa y lo que no. Esas personas saben perfectamente lo que los medios compran y se limitan a vendérselo. Cuando se trata de tetas y culos el éxito está asegurado. No cabe extrañarse. Al fin y al cabo les dan lo que tanto quieren. Es la demanda la que crea la oferta.

Así que ya sabe usted, si quiere quejarse de algo, de lo que sea, póngase en pelotas delante de una cámara y verá cómo el resto lo hará, ella sola, la máquina mediática.

Publicado en Danok Bizkaia el 25 de enero de 2013

¡No hay derecho!

Cuando una sentencia no alcanza la severidad que la percepción social requeriría o cuando un castigo se aplica a alguien cercano y popular, ésta suele ser la expresión más utilizada: ¡No hay derecho!

Parece mentira que una sociedad en la que la educación es universal y en la que la cultura ha avanzado como nunca antes lo hizo, siga vigente con tanto ardor la reivindicación de que la Ley pierda su carácter de norma racional, equilibrada, rigurosa y previsible para convertirse en una simple vía a través de la que se legitime la simpatía o antipatía popular que cada reo despierte. Una especie de autopista pública por la que puedan discurrir sin trabas un día la indignación y la venganza y tal vez otro día el olvido, la justificación o el aplauso.

Si el delito juzgado es notorio, o si lo es el delincuente, la administración de Justicia se ve sometida a una gran presión social, mediática y aun política para que se olvide de engorrosos procedimientos y aplique rápidamente al extraño la ley de la horca o el perdón honorable al nuestro. Así pasa que sin importar lo que diga la Ley, o incluso mintiendo sobre lo que dice, unos quieran a sus presos en casa porque ¡no hay derecho! y otros muchos quieran que a esos mismos presos se les nieguen lo que tienen todos los demás porque ¡no hay derecho!.

Pues resulta que es precisamente cuando tales cosas suceden cuando “no hay derecho”. Y no lo hay porque es entonces cuando el derecho muere para ser sustituido por la justicia del Cadí, por la decisión moral del momento, por la condena o absolución a voleo, sin otro procedimiento que el grito, el espectáculo y el titular.

Lo peor es cuando la mal llamada “alarma social” se maneja por los poderes públicos para que la Ley de Lynch les ayude descaradamente a la colecta de apoyos políticos. Un ejemplo es esa cosa que han llamado “prisión permanente revisable” pero que en realidad podría llamarse “cadena perpetua para delitos que generen titulares de letras muy grandotas”.

La limitación de la arbitrariedad y la prohibición de que un juez improvise para contentar a su público son conceptos que se generalizaron en el Siglo XVIII, pero parece que van pasando de moda y que solo los muy rancios, como yo, los valoramos. Puede ser pero ¡ojo!, si es usted partidario de esa justicia casi televisiva de hoy, tenga mucho cuidado en caerle siempre simpático a todo el mundo porque si un día tiene un problema no podrá contar con la independencia de los tribunales ni con las “anticuadas” garantías procesales. Y podrá decir entonces ¡No hay derecho! Porque, efectivamente, ya no lo habrá.

Pensiones y confusiones


Empezamos 2013 con muy pocas esperanzas pero con muchos cambios. Uno de los más notables que estrenamos es la nueva regulación en materia de pensiones.

Por supuesto que es un tema controvertido, como para no serlo, pero con objeto de no añadir confusión a la polémica hay que evitar expresiones que mueven al error. Porque precisamente en relación con las pensiones es habitual que se haga “como si” nuestras aportaciones de hoy fuesen lo que nos asegurase una pensión proporcional el día de nuestro retiro. Y eso no es así.

Conviene recordar que el nuestro es un sistema de solidaridad y que el dinero de las cotizaciones de cada trabajador de hoy NO se guarda para el futuro sino que se usa INMEDIATAMENTE para pagar a los jubilados de ahora. Porque tanto insistir en lo de las cotizaciones corremos el peligro de olvidar lo fundamental. Cuando alguien reclama “es mi dinero” deberíamos aclararle que es su derecho pero no su dinero, que éste ya se gastó en su día, seguramente pocas horas después de que lo aportase.

Por tanto la jubilación que usted y yo cobraremos, si es que cobramos alguna, vendrá del dinero que ENTONCES estén aportando los trabajadores en activo. Si son muchos y bien pagados tendremos pensiones mejores que si son pocos y maltratados. De eso dependerá.

La auténtica inversión no son nuestras cotizaciones de hoy sino el esfuerzo que hagamos para que los niños y los jóvenes tengan oportunidades, derechos, tengan la mejor formación posible, que hablen idiomas y se muevan por el mundo. Nuestra prosperidad de jubilados (incluida la de quienes tienen planes privados) vendrá de la mano de la inversión en investigación que se haga hoy para que mañana nuestra sociedad sea innovadora, competitiva y boyante en lugar de pobre y atrasada.

Nuestra ruina en la vejez la traerán la injusticia de hoy, la ignorancia, la desigualdad, el abuso, los sueldos de salario mínimo que ahora propone la patronal, la destrucción de derechos y la competitividad basada en la miseria de los trabajadores, que es como empezamos el nuevo año.

Seguramente la cantidad que cada cual reciba cuando se jubile se calculará atendiendo a lo que en su día aportó pero no hay que olvidar que un porcentaje alto de nada es exactamente lo mismo que un porcentaje bajo de nada.

Publicado en Danok Bizkaia el 11 de enero de 2012

Políticos y bicis



Las muertes de Victor Cabedo e Iñaki Lejarreta han puesto de nuevo de actualidad los accidentes de ciclistas. Así hemos sabido que en España en 9 años la siniestralidad en bicicleta bajó nada menos que un 39 por ciento. Pese a todo, en 2010 murieron 67 ciclistas. Demasiados, por supuesto, pero muchos menos de los más de 100 anuales que fallecían en los noventa. 

El caso de Lejarreta ha tenido gran impacto y hasta hubo una multitudinaria manifestación de bicicletas en homenaje al corredor y en justa defensa de los derechos de los ciclistas. Se ha reivindicado mayor respeto hacia quienes nos movemos en bici y se ha apuntado ¿como no? a la responsabilidad de «la clase política”. Parece que, al fin, los políticos nos resultasen al menos tan incómodos como útiles. De otra forma ¿cómo hubiéramos conseguido soslayar que los ciclistas también somos conductores (el 85% de los siniestrados tiene carnet) y que por fuerza entre los manifestantes tenía que haber muchos que algunas veces, o muchas, han pensado antes en su propia prisa que en el ciclista que les retardaba? Tal vez para no reconocer esa inquietante realidad es por lo que en seguida se apuntó hacia tan cómodos culpables ajenos.

A riesgo de ser impopular diré que la solución a este problema no va a venir de la Ley, del control o del castigo que se imponga sino que la traerá nuestro propio comportamiento.

Soy peatón, ciclista urbano, motero, conductor y viajero de transporte público, lo soy todo. Depende del día y como yo, millones de personas. Lo malo es que demasiadas veces supeditamos los derechos de los demás al vehículo que utilizamos en ese instante: queremos coches lentos cuando vamos en bici pero que no haya ciclistas que nos hagan esperar cuando conducimos. Queremos carreteras libres para apurar las trazadas en la moto (o incluso en la bici) pero despotricamos contra los moteros cuando éstos nos «achuchan» en las carreteras secundarias. Tampoco faltan ciclistas que protestan airados cuando un peatón (el débil) les obliga a frenar a ellos (los fuertes) en un carril bici urbano, con limitación a 10 km/h y obligación de timbre. Me alegra poder decir que no estoy entre esos.

A más ciclistas, menos accidentes. Cuando la bicicleta se consolida como un elemento más de la movilidad la velocidad de los coches tiende a ser menor y los accidentes disminuyen. O sea que lo que obra el milagro de la civilidad es la costumbre y nuestra propia actitud cotidiana, no nuestra policía.

Seguiré pateando mi ciudad, usando la bici, la moto o el coche pero pensando siempre que tengo los mismos derechos que los demás, sea al volante, pedaleando, asido al puño de mi “burra” o gastando la suela de mis zapatos. Respetar la ley pero también la cortesía es la vía que conviene tomar siempre, mucho mejor esa que descargar sobre otros nuestra propia responsabilidad como ciudadanos.