¿Creencias o interés?

Parece mentira el prestigio que han adquirido el mercado, el beneficio y el interés. Tanto que lo contamina casi todo. Si usted toma una decisión personal que no le beneficia obvia e inmediatamente queda como un idiota. Si su sentido de la humanidad le anima a realizar algún tipo de voluntariado no faltarán en sus propios círculos quienes le vean como un friki; un excéntrico que “canaliza sus frustraciones” en la parroquia, en la DYA, en la Cruz Roja o en cualquier ONG solidaria.

Es asombroso con qué displicencia se desprecia hoy la bondad y la moral, que en su día nos enseñaron como valiosas. El egoísmo se pretende ahora disfrazar de inteligencia y lo peor es que lo consigue las más de las veces.

Pasa en todo y, desde luego, también en la política. Parece como si lo bueno fuese que las personas no tuviésemos creencias, que mejor que no cargásemos con una forma propia de ver el mundo, con una imagen de lo que es justo y deseable y de lo que no lo es. Creer en algo, sentirse vinculado a un proyecto colectivo y defenderlo es visto por “los listos de la opinión” como una especie de horterada, como algo deleznable reservado en exclusiva a los atontados miembros de cada partido político concreto pero ajeno al verdadero ciudadano que, naturalmente, votaría y opinaría sin lastre moral alguno, pensando única y exclusivamente en su propio interés inmediato.

Los seres humanos somos complejos, tenemos intereses, por supuesto, tanto personales como de grupo, tenemos sentimientos de pertenencia y también tenemos un criterio moral propio: una forma concreta de ver las cosas de nuestro mundo cotidiano y del mundo en general. No es baldón ni vergüenza, todo lo contrario, es parte de nuestro ser. Todos defendemos nuestro interés, por supuesto, pero la gente valiosa es la que se mueve sobre todo por lo que le dicta su intuición y su corazón. Sobre todo porque ambos suelen ser más solidarios que su cuenta de ahorro.

Por supuesto que en medio de ese lío enmarañado adoptamos muchas decisiones tomando en cuenta a medias la razón y la emoción -claro que sí- y por supuesto que haciéndolo nos equivocamos muchas veces (aunque seguro que no más que los que se creen tan listos) pero ni podemos ni debemos renunciar a nuestros sueños, a los que nos hacer personas de verdad: Distintas en lo pensado pero iguales en pensar.

Cuando alguien le reproche que usted siga creyendo en cosas que no le benefician directamente no crea que esa persona es más lista ni mejor que usted, sólo es más cínica.

Futbolidad y alevosía

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Anteayer, a la hora en que “la roja” jugaba la semifinal de la Copa de Europa, los ciudadanos de toda España (usted y yo incluidos) nos hicimos definitivamente dueños de un banco que se llama BFA (Banco Financiero y de Ahorros) del que pocos habíamos oído hablar antes. El BFA es la matriz de la -esa sí- famosa Bankia, heredera (es un decir) de Cajamadrid.

Mientras Iniesta caracoleaba por el césped de nuestras pantallas de televisión, nos metieron por la escuadra un balón de 13.635 millones de euros, nada menos.

Después de escuchar insistentemente que el dineral que estamos aportando los ciudadanos para salvar los desastres de algunas cajas eran una inversión y no un gasto, ahora resulta que nos hemos convertido todos en dueños absolutos del desastre, que nos hemos quedado con la propiedad definitiva de la basura y nos dicen ahora, justo en mitad del segundo tiempo del partido, que han salido del consejo de administración del banco aquellos que sí se aprovecharon de su puesto cuando decían que todo iba bien.
Para que se haga usted una idea la cantidad descubierta cubriría cinco veces, cinco, todo el dinero que se invierte en el sistema educativo vasco. Menudo penalti, ¡oiga!

Me irrita enormemente que los antes ruidosos adalides del mercado libre, políticos y no políticos, muy presentes de siempre en Cajamadrid y contrarios a toda intromisión en sus decisiones defiendan tan poquito el mercado libre ahora que todo va mal y echen encima del Estado (o sea de todos los ciudadanos) las decisiones que antes reclamaban libérrimas y cuyas consecuencias ahora les queman en las manos.
La libertad de mercado, parece que solo es efectiva cuando usted tiene una tienda, un negocio, un despacho profesional, una empresa mediana, en donde puede que consiga ganar pero donde debe asumir el riesgo de perder. Sin embargo cuando se trata de algo suficientemente grande, tanto que resulte estratégico para el país, quienes toman ahí las decisiones, con tan vehementes apelaciones a su intocable libertad, en el fondo saben que si la cagan el Estado vendrá detrás a apagar el incendio con nuestro dinero. Ese mismo que hemos sabido que a partir de agosto ya no podremos destinar, por ejemplo, a medicamentos antidiarréicos.

Y, aunque suelo ser poco dado a creer en conspiraciones, no he podido evitar pensar que tomar esa decisión en medio de un partido es una indecencia y una falta de respeto intolerable. Disculpen ustedes mi irritación de hoy, que no es intestinal sino ciudadana.

Publicado en Danok Bizkaia el 29 de junio de 2012

Chorros de alegría

Hoy vuelvo también con buenas noticias…creo. El puerto de Getxo ha recibido estos días una nueva visita de delfines. Parece que esta vez estuvieron un buen rato explorando la zona deportiva para curiosidad y alegría de los paseantes y de los marineros que se afanaban repasando sus barcos atracados. Aún recuerdo que hace unas décadas, para contemplar los pocos cormoranes que se avistaban en Urdaibai teníamos que trepar por resbaladizos riscos y peñas. Ahora muchos de ellos se secan al sol con sus alas extendidas en plena dársena de Lamiako y los he visto pescar tranquilamente junto al mercado de la Ribera de Bilbao o en Bolueta. Según dicen los técnicos, los niveles de oxígeno en la Ría, que un día fue cloaca, se recuperan claramente.

Cormorán y garcilla. Foto Gara

En medio de tanta mala noticia como nos dan cada día, alegra saber que nuestra capacidad de destrucción de los ecosistemas cercanos es, por fortuna, menor que la inmensa fuerza de la naturaleza por reconquistarlos. En cuanto dejamos de verter, de talar, de envenenar, de arrasar en general, la vida regresa tenaz y donde creímos que jamás volveríamos a ver sino restos de nuestra ambición irresponsable resulta que hoy nos sorprende la llegada especies tan simbólicas y extraordinarias como estos cetáceos salvajes.

Seguramente el falso convencimiento de que somos capaces de destruir el planeta es un signo más de nuestra particular vanidad como especie supuestamente elegida. Es seguro que somos capaces de arruinar nuestra propia civilización, como hemos hecho ya con varias. Sin duda nos las apañamos fenomenal para ensuciar el mundo que nosotros mismos necesitamos limpio y en el último siglo nos esforzamos con absurda vehemencia en inventar armas capaces de acabar con la humanidad entera a la que pertenecemos. En definitiva que si somos un peligro como especie, lo es sobre todo hacia nosotros mismos, porque es evidente lo rápidamente que la naturaleza volverá a hacerse con nuestras costas y nuestros ríos en cuanto desaparezcamos.

Pero como veo que me estoy despeñando por el pesimismo antropológico, optaré por ver las cosas de otro modo: no solo hay esperanza sino que el planeta premia enseguida nuestro respeto. Vale la pena el esfuerzo, y no hace falta esperar generaciones para ver el resultado, los delfines de esta semana han venido a demostrárnoslo hasta la misma puerta de casa, con razón la gente los miraba con alegría.

Publicado en Danok Bizkaia el 22 de junio de 2012

La Ley del Sentido Común

 

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Solo he estado en Copenhague una vez y, además de la belleza de las mujeres y del frío que hacía incluso al sol, me asombró ver que miles de bicicletas comparten allí las calles y calzadas de forma mucho más caótica de lo que aquí imaginamos. Un ejemplo: para subir o bajar del autobús urbano hay que atravesar casi siempre el carril bici con cuidado de no ser atropellado. Los ciclistas paran, los viajeros miran con prudencia y no hace falta una señal ni menos aún un guardia.

Nada que ver con el afán regulador que nos asola aquí, donde al menor conflicto siempre surge la voz justiciera que exclama: ¡Qué hagan una ley!… ¡debería estar prohibido!…¡qué hace el Ayuntamiento!…¡que traigan más policías!… Despotricamos del Estado mientras exigimos su presencia reguladora, controladora y represora a cada instante y en todo lugar.

Queremos forzar la Ley hasta lo imposible, pretendiendo que ordene cada aspecto cotidiano de nuestra vida…tal vez para así poder dimitir de ella.

Y, claro, desdeñamos por incómoda la inevitable complejidad de las cosas: Fue la ley la que impidió el acceso de menores a los bares y la realidad nos devolvió el golpe con un nuevo fenómeno social multitudinario; el botellón.

En estos días se recrudece la polémica sobre la necesidad de que sea también la Ley la que les diga a las parejas rotas lo que deben hacer con sus hijos pequeños y con sus pequeños bienes. Como si la Ley pudiera reparar el amor o repartir el afecto. Como si el Boletín Oficial pudiera calmar el odio o ahuyentar el miedo de los niños.

Es difícil hacer buenas leyes para regular las grandes cosas pero es imposible reglamentar cada caso, cada anécdota, cada familia, cada rencor, cada acto generoso. No hay forma de meter los besos en un decreto. Ya deberíamos saber que la vida no trae libro de instrucciones y que la Ley jamás podrá suplir esa carencia, bendita carencia.

Pero no aprendemos. Leo estos días que un sindicato de ideario anarquista denuncia presiones empresariales y vecinales contra los repartidores que buzonean publicidad en Barakaldo y para solucionarlo reclama que se promulgue un estricto reglamento municipal (y supongo que un policía en cada portal para hacerlo cumplir). ¡Eso…los anarquistas!

Me parece que la Ley del Sentido Común es la mejor para las cosas cotidianas, no necesita mayorías parlamentarias ni debates acalorados pero sí necesita que nos hagamos cargo de nuestras propias vidas con prudencia, paciencia y respeto por los demás. Si un día va a Copenhague, tenga un poco de cuidado al subir al bus. Ya verá cómo las guapas ciclistas también lo tendrán.

Publicado en Danok Bizkaia el 15 de junio de 2012

¡Váyase Vd. a paseo!

http://www.lasedades.es/

Parece que el miedo y la angustia son ya las únicas mercancías que nos suministran “los mercados informativos”. No ganamos para sustos. Leer periódicos, ver la tele o escuchar la radio empiezan a ser actividades de riesgo cardiovascular, así que hoy no quiero contribuir al coro oficial de asustadores y me voy a permitir salirme del guión para ver si aporto una proposición positiva y, a estas alturas, creo incluso que terapéutica.

Quede usted con un amigo o amiga de esos a los que tiene siempre pendiente llamar. Improvise. Mande un mensaje o llame y propóngale un plan absurdo, una propuesta sin motivo, un porquesí. Este fin de semana puede ser una oportunidad inmejorable, un ejemplar único -como cantaba Serrat. Cualquier plan vale que les saque de la rutina. Si el primero de la lista no puede, llame a otro, no se desanime.

Si de verdad lo hace descubrirá que no hace falta ningún motivo concreto para llamar a un amigo, que una visita a un pueblo de esos a los que “un día tengo que ir” es tan simple como poner día, hora y hacerlo. ¿Cuánto hace que no circula por esa carretera general que discurre junto a la autopista? Si no quiere gastar gasolina o no conduce, hay trenes que van a sitios que no ha visitado desde niño, se lo aseguro, y hay exposiciones y lugares que resultan una excusa perfecta para hacer ese día algo totalmente diferente. No se avergüence de llamar, no necesita razones. Use a sus amigos y déjese usar por ellos.

Mi plan de los últimos días fue subir en moto a Oña, en Burgos, a ver la fabulosa exposición de arte religioso “Las edades del Hombre”, que este año se muestra bajo la denominación “Monacatus”. Lo hice con un amigo al que veo una o dos veces al año. Me llamó ni sé para qué e improvisamos: Maravillosa carretera BU 550, excelente presentación de las piezas artísticas y asombroso monasterio de San Salvador de Oña. Hemos quedado en repetir, y tal vez lo hagamos de verdad.

Ese fue nuestro plan. El suyo seguro que es diferente pero –insisto- ¡váyase a paseo! sólo o con alguien con quien tenga pendiente quedar. Tiene usted más amigos de los que cree. Improvise y descubrirá también que lo imprevisto será parte del atractivo de la cita, como lo es de la vida misma.

Y olvídese por unas horas de angustias y zozobras, que ya está bien. Ya leerá los periódicos a la vuelta…si quiere.

Publicado en Danok Bizkaia el 8 de junio de 2012

140 caracteres

Interés y brevedad son virtudes a las que aspiramos todos los que nos enfrentamos a una columna periodística como ésta que está usted leyendo. No es fácil casar lo que a mí me pueda importar con lo que a usted le interesa, así que cuando ocurre siento que el éxito, tan esquivo, me ha sonreído ese día.

La brevedad, no es solo la gran virtud destacada por Baltasar Gracián sino que también es una muestra de respeto por el tiempo del lector. Así que sepa usted que siempre repaso estos textos con una tijera tan inmisericorde como si fuera la del mismo Gobierno, cortando, simplificando y suprimiendo sin piedad.

Pero el peligro siempre acecha y la brevedad también tiene sus líneas rojas, que cuando se traspasan dan como resultado no la aclaración sino la amputación de las cosas contadas, que es algo muy distinto. Atribuyen a Albert Einstein la atinada expresión “las cosas deben explicarse de forma tan simple como sea posible, pero no más simple”.

Esta columna, con sus más de 2500 caracteres es un auténtico dinosaurio en comparación con el nuevo estándar actual de la comunicación: Los 140 caracteres de un tweet empiezan a ser lo máximo que estamos dispuestos a admitir como explicación de todo. Las enormes posibilidades que las redes sociales nos han abierto están cambiando muchas cosas, unas para bien y otras para no tan bien. Cierto es que hay una marea de inteligencia colectiva en marcha pero también hay una tormenta de tópicos y frases cortas que no siempre sirven para explicarlo todo.

La táctica de presentar las cosas complejas como si fueran sencillas es uno de los ingredientes que más han envenenado la política y la economía. Tanta falsa sencillez para ignorar lo ciertamente complejo, tanto tirar de lo banal para no enfrentarse a lo espinoso, tanto titular para tan poco contenido han desembocado en frustración y desconfianza de una ciudadanía a la que se ha tratado como público y no como pueblo, como consumidores de eslóganes y no como accionistas del Estado, que es lo que somos usted y yo. Y no es lo peor la falta de respeto que esa táctica conlleva. Lo peor es que sobran personajes en la política, la economía y la comunicación que de tanto banalizar, se han creído de verdad que todo es muy sencillo y que se arregla “en dos patadas”. Y tienen seguidores en Francia, en Grecia y en …más sitios.

Papá: explícame la Segunda Guerra Mundial” –me decía mi hijo cuando era pequeño- “pero en 30 segundos”…añadía enseguida. Él temía mis peroratas pero yo temo a una sociedad enseñada a exigir respuestas tan simples, tan infantiles y tan imposibles como la que entonces esperaba mi chico…y no existía twitter.

Publicado en Danok Bizkaia el 1 de junio de 2012

Cuánto fútbol

Foto «Mira lo que veo»

Es agradable que la ciudad esté alegre, que la gente hable con ilusión del partido de hoy, que cuelguen enseñas, banderolas y gallardetes en domicilios y establecimientos. Ver a la gente en la calle luciendo camisetas de camino a sus actividades cotidianas.

Esta misma columna se publicará, sin duda, rodeada de alusiones informativas y publicitarias al partido. Porque se empieza hablando del partido para pasar a hablar del partido y después hablar del partido. Los medios llevan semanas hablando del partido, luciendo portadas rojiblancas, interiores rojiblancos, fotos rojiblancas, columnas rojiblancas y los políticos locales, al parecer todas y todos forofos de siempre, se fotografían rojiblancos en alegre hermandad; un día los del Ayuntamiento y otro los de las Juntas Generales (que siempre hay clases).

En fin que toda la ciudad es una pequeña fiesta de esperanza. Aunque no por cierto de Esperanza Aguirre, que ha alimentado la hoguera de los nervios y los agravios con declaraciones estratégicamente dirigidas al público a quien quería dirigirlas, que no es a nadie de Bilbao y aledaños, no se engañen.

Hasta las instituciones más granadas y solemnes de la ciudad lucen en sus fachadas neoclásicas pendones y banderas. Choca ver paseantes ataviados con gafas rayadas en los colores de la camiseta (a 1,40 euros en Indautxu).

Te dan pañuelos de regalo en los bares habituales. Los vendedores barato barato, ya no muestran relojes o bolsos sino prendas, pulseras y otros elementos rojiblancos y supongo que las caretas de león estarán agotadas en las tiendas de disfraces de aquí hasta Bucarest. Es una cosa tan agradable que la pasión colectiva moviliza a los más tibios, arrastrándonos a todos esa marea de ilusión colectiva.

Es tanto el entusiasmo que incluso resulta un poquito sofocante ¡qué quieren que les diga! El equilibrio siempre es un concepto difícil para el corazón humano. Pasa en esto del fútbol como en todo lo demás; la frontera entre la alegría y la desmesura, entre la pasión y el paroxismo no es una línea demasiado nítida así que no sabría decirles a estas alturas dónde estamos ya.

Si, como yo, no es usted futbolero lo mejor es contagiarse voluntariamente de la alegría y esperar que tanto júbilo culmine adecuadamente en la travesía orgásmica de la gabarra para que poco a poco la ciudad recupere esa formalidad de la que solemos presumir los bilbaínos. Y que nos quede el poso de unos días felices, que no tenemos tantos. Que así sea.

Publicado en Danok Bizkaia el 25 de mayo de 2012

Una realidad irreal

Foto El Correo

Según los resultados constantes de las encuestas de opinión del CIS, el español está firmemente convencido (90%) de que la delincuencia es muy elevada y está aumentando en España. Sin embargo, lo cierto es lo contrario: la tasa de criminalidad española es la más baja de Europa (junto con Portugal) y está en descenso desde hace casi diez años.

Así empieza un excelente artículo de J. M. Ruiz Soroa titulado UNA REALIDAD IRREAL, publicado hoy en El Correo. Aquí van otros extractos que también me han parecido extraordinariamente interesantes aunque por respeto al autor creo que lo adecuado es leer su texto entero. Lo ha publicado la Fundación para la Libertad, aquí.

Para generar una distorsión como ésta ha sido necesaria la colaboración de muchos actores durante mucho tiempo. En primer lugar están los medios de comunicación, atentos a la explotación del filón emocional.

Los políticos (y en esto no existe ya diferencia de ideologías) se aprovechan oportunistamente de esta presentación del asunto, cuando no la inducen. Les permite desviar la atención de temas más difíciles y complejos y les concede la oportunidad de mostrarse como agentes activos y eficaces ante las demandas de la sociedad

Y los ciudadanos, no nos engañemos, no le hacemos ascos a este tratamiento. Ciertas cosas no llueven del cielo: hay políticos y medios populistas porque hay ciudadanos populistas.
Me gusta la gente que no se deja llevar por la corriente.

El consejero pasmado

En mis frecuentes viajes a lo largo de la Nacional 1 dispongo de mucho tiempo (los autobuses son cumplidores modélicos de la legalidad vial). Lejos de desesperarme por ello lo aprovecho para leer con placentera parsimonia. Un verdadero lujo.

Solo así es posible que el pasado domingo hincase el diente a un excelente reportaje en las páginas salmón del diario El País (es de caballeros señalar las virtudes de “la competencia”) que informaba de la creciente distancia entre los sueldos que las grandes empresas abonan a sus altos directivos y lo que pagan a sus empleados: 170 veces más en una, 157 en otra, 185 veces en esa, 233 en aquella y algún directivo hay que cobra hasta 1004 veces el salario medio de sus empleados.

Son empresas privadas, se nos dice, y con tal argumento quieren zanjar no ya las críticas sino cualquier atisbo de reprobación. Soy cliente de algunas de ellas así que no sé que bula se piensan que tienen para hacerme callar mi libre opinión sobre su libre política retributiva. Así que sigo leyendo -y opinando- y veo que los resultados en bolsa de tales empresas para nada se corresponden con lo que sus máximos directivos se embolsan. Todo lo contrario: Empresas que han perdido en cuatro años el 33% de su valor, el 44%, el 68%, el 76% y hasta el 89%, premian con inexplicable esplendidez a quienes las están conduciendo con habilidad tan discutible.

Precisamente los pocos casos de empresas citadas en el artículo que han ganado valor en bolsa, son los que corresponden -vaya por Dios- a directivos con sueldos más modestos, altísimos para usted o para mí pero calderilla para sus compañeros de página. Parece como si existiese una frontera prodigiosa y que una vez superado el listón mágico del millón de euros anuales (los hay que cobran 4, 6, 12 y hasta 20 millones) diese igual que el trabajo se haga bien o mal y que fuera lo mismo que sus accionistas ganasen millonadas o que se arruinasen.

Sí que son empresas privadas, o privatizadas (lo que quiere decir que una vez fueron nuestras, de ustedes y mías) pero no me negarán que asombra una prodigalidad tan injustificada de los Consejos de Administración hacia quienes dirigen sus empresas, esas con las que se supone que esperarían ganar dinero.

Tal vez en el fondo se trate del castizo “hoy por ti, mañana por mí”, pero entonces que no me hablen nunca más de la “indiscutible eficiencia” de lo privado frente a una supuesta incompetencia de lo público porque no cuela.

Y para que lo sepan todo yo también soy miembro de un Consejo de Administración, éste sí que público, y cobro por ello unas dietas mensuales de 126,45 euros, lo que hacen 1.517,4 euros brutos al año. Que no se diga. Pero palabrita que lo mío no es envidia, es pasmo.

Publicado en Danok Bizkaia el 18 de mayo de 2012

Estaciones de NO servicio

Antes las gasolineras se llamaban «estaciones de servicio». Un término en desuso que no sé si utilizan ya los conductores más jóvenes. Hoy, salvo muy contadas excepciones hay que salirse de las grandes autovías de la modernidad para encontrar gasolineras en las que alguien, con sus propias manos, te llene el depósito.

Lo último son los supermercados/gasolinera, donde uno puede comprarle al único empleado desde aceite de oliva, naranjas y paletillas de Jabugo hasta refrescos, cupones de rasca-rasca, teléfonos móviles y, por supuesto whisky, ron, ginebra y coñac. Vamos, lo imprescindible para un viaje.

Obviamente no pueden aducir como excusa una constante rebaja de los precios del combustible, sino todo lo contrario, por lo que la única explicación posible para esa destrucción de empleos y ese deterioro del servicio es la búsqueda indisimulada del máximo beneficio para las ya opulentas empresas del petróleo. Parece que en estos tiempos la codicia se ha convertido en virtud, visto el descaro y aun el orgullo con que se muestra, lo que no deja de ser un gran cambio cultural respecto a lo que nos enseñaron a los de mi generación.

Pero ya el colmo de la desfachatez es maltratar a los clientes, tratándonos como presuntos delincuentes y obligándonos a hacer cola antes de servirnos nosotros mismos, bien para pagar por adelantado o bien para «solicitar» el desbloqueo de un surtidor a cambio de dejar depositado en la caja el DNI, la tarjeta de crédito o el casco de la moto, en cuyo caso la cola hay que hacerla dos veces: una para pedir y otra para pagar y recoger lo dejado en «prenda».

Y tal cosa no ocurre en gasolineras pequeñas que puedan tener un momento de aglomeración sino en instalaciones enormes, con muchos surtidores y personal mínimo que se apura ya solo para cobrar. Es decir, diseñadas expresamente para el abuso y el desprecio al cliente. Hace unas semanas leí que se quejaban amargamente de la pequeñísima parte de gente que se iba sin pagar. Yo también me quejo hoy, pero de lo dura que tienen la cara ellos.

Seguramente están en su derecho legal a poner sus propias normas pero deberían recordar que nosotros también tenemos derecho legal, por ejemplo, a pedir que se compruebe in situ (con recipientes oficiales de los que deben disponer) la exactitud de las mediciones de todos y cada uno de los surtidores. Es decir, que se aprovechan descontando que los clientes renunciaremos a nuestros incómodos derechos.

¿Y si hacemos entre todos una lista de auténticas «estaciones de servicio»? Me pongo a ello.

Publicado en Danok Bizkaia el 11 de mayo de 2012