El aurresku a la etarra
La promesa de una amnistía siempre a la vuelta de la esquina se ha devaluado ahora en un simple aurresku de homenaje a los propios cuando regresan tras cumplir enteras sus condenas,
El ardiente deseo de discurrir con novedad
La promesa de una amnistía siempre a la vuelta de la esquina se ha devaluado ahora en un simple aurresku de homenaje a los propios cuando regresan tras cumplir enteras sus condenas,
Ninguna de las de “El Libro” es una religión de paz. Todas ha sido, o son, más o menos belicosas con “el infiel”. Más belicosas, y aun salvajes, cuando han podido y menos cuando las circunstancias o la propia sociedad no se lo ha permitido. Es la sociedad, que evoluciona y en la que inevitablemente se integran sus propios fieles, la que arrastra a las religiones hacia la tolerancia, pero nunca de buen grado.
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| Matanza en la noche de San Bartolomé, de François Dubois, Museo Cantonal de Ginebra |
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Miguel mandó la semana pasada un whatsapp muy breve: “Me voy a urgencias. Posible trasplante”. Llevaba ya mucho tiempo atado a un aparato de oxígeno que, en los conciertos clásicos a los que solemos acudir juntos apagaba para que el rumor del motorcito no molestase. Este fin de semana hemos ido a verle. Se recupera bien mientras se acostumbra a usar su nuevo pulmón.
Cuando trabajar ajustándose al reglamento causa el desastre, probablemente el desastre sea el reglamento mismo. Es lo que suele pasar en las llamadas “huelgas de celo”.
De eso hablo en mi artículo en Vozpópuli de esta semana.
Llegan las vacaciones y muchas familias se disponen a pasar una temporada en el pueblo, en el suyo, el de sus padres y abuelos, de forma que la España rural, como cada año, recibirá este verano una inyección de dinero, parientes y niños, que ayudarán a mantenerla viva y también a enmascarar su lenta pero implacable decadencia.
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No querría yo pasar por el agorero de los jóvenes, menos aún después del provocador titular de mi columna de la semana pasada, pero tampoco puedo hacer como que no veo lo evidente. Por ejemplo: veo cómo los políticos y los equipos económicos se afanan, día sí y día también, en tranquilizar a los pensionistas y garantizarles que nada malo va a pasar con sus ingresos. Se lo dicen porque saben que esas informaciones de que la popularmente conocida como “hucha” de las pensiones está a punto de acabarse, inquietan a nuestros jubilados.
Mientras los poderes públicos tranquilizan -solícitos- a los mayores, los jóvenes tal vez creáis que la cosa no va con vosotros. Error. Va, sobre todo, con vosotros y, en general con todas las personas activas y cotizantes, que somos quienes pagamos las pensiones de hoy, del mismo modo que las cotizaciones de los ahora pensionistas no se guardaron en ninguna huchita, sino que se gastaron en pagar las jubilaciones de la generación anterior. Todo el mundo sabe esto… por supuesto…hasta que lo preguntas en la calle y ves que no es así.
Este artículo se publicó en Vozpópuli el 19 de julio de 2017 pero el link a la página ha dejado de funcionar.
Solo cuando vean que el paraíso de trabajadores preparados y baratos se acabó empezarán a pensar que quizás tener ingenieros a mil euros era insostenible.
Si no nos distraemos con los coloridos, las plumas y los tangas, veremos que este modelo de nación de personas en libertad no se aleja tanto de la nación cívica e ilustrada, ajena al ardor patrio pero bien fundada en el concepto de personas libres,
Esta pasión por demostrar urbi et orbi que se es de izquierdas, de los nuestros, será muy humana, desde luego, pero puede resultar peligrosa si llega al extremo de poner en manos ajenas la batuta que marque el ritmo al que bailen los socialistas españoles.